sábado, 18 de julio de 2009

Novecento, Patio de Columnas de Viana, Grupo Teatro Ñaque.




Patio de las Columnas del Palacio de Viana. Día diecisiete de julio. Diez de la noche. Lleno hasta la bandera. Se quedó gente en la calle. Que hubieran venido a su hora. Bueno hubo algún que otro caradura que reservó unas sillas y luego salió a por ellos, sus amigos o parientes y los dejaron entrar porque garantizó tenían asiento, pero otros estuvimos desde las nueve y media de pie esperando a que la organización, que cumplió, arrimara sillas para todos. Esto de la reserva de sillas debía estar prohibido salvo que la ausencia lo sea por alguna incontinencia fisiológica. A mi me da mucha vergüenza decir -Está ocupada. -a la pregunta de alguien que no dispone de asiento.

La Compañía Teatro Ñaque, presentó Novecento, dirigida por José A. Ortiz. La interpretación de Ricardo Luna, memorable, un monólogo de hora y cuarto sin parar y no se hizo largo. La música de Alberto de Paz maravillosa sin olvidar al resto del equipo, Manuel y Paco Cepeda, Jesús Mesa y Francisco Ortiz, y los colaboradores. Una compañía cordobesa que comenzó en el noventa y tres, en el noventa y ocho se hizo profesional y lo es ahora con prestancia.


El marco del Patio de Columnas como siempre, hermoso, inalterable. La temperatura agradable, en suma, un conjunto de elementos para una noche de teatro de calidad. De vez en cuando por las ventanas entraba el sonido del cine Zarco, pero eso es normal. Alguna que otra vez cuando cambiaba la brisa llegaba un olor a jazmín que embriagaba, a pesar de que cuando venía de otro sector, me llegaba el olor a un fijador químico que emplean algunos perfumes -no es cuestión de marca-, del que soy alérgico burro, porque me aguanto, que me comienza por un picor de la lengua, emisión de lágrimas y sensación de mareo. Pero que poco a poco voy soportando, es un aguante homepático, que no sabemos quién ganará.




Las constelaciones Lyra, Aquila y Cygnus, y sus brillantes componentes Altair, Vega y Deneb -la cola del Cisne- configuraban esa hermosa figura geométrica del Triángulo Estival que estaba majestuoso sobre nuestras cabezas, en el cielo contaminado lumínicamente del patio.

La dicción, entonación, música en vivo, dirección, puesta en escena, conjunto en suma Teatro Ñaque, dejó satisfecho al respetable –todos lo eran menos el que reservó las sillas-, y en pie, estuvo aplaudiendo bastantes minutos al final, e incluso interrumpió la actuación en algunos momentos, cuando le pareció la interpretación y como no la música, necesaria de ese aplauso. Enhorabuena a los artistas.





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