sábado, 21 de noviembre de 2009

UNA MONJA PRESIDENTE.



En una entidad cordobesa, de cuyo nombre no procede acordarse, se decidió en una reunión de directiva, hacer una galería pictórica de óleos de todos sus presidentes. Se poseía una fotografía o un grabado de todos, menos de uno. Éste fue soltero, ya había fallecido y no se tenían de él nada más que referencias en la memoria de algunos directivos de avanzada edad. El problema se presentaba algo irresoluble. Pero he aquí que en las situaciones de dificultad, o de hambre –pero no era esta última- un inteligente directivo que no pasaba por ello desde luego, dijo:

-D. Fulano de Tal tenía, creo, una hermana monja, podríamos preguntarle si tiene alguna fotografía de su hermano.

-¡Buena idea! –apuntó el Presidente- Encárguese Vd. mismo Martínez, por favor.

Martínez hizo diligentemente las gestiones oportunas en el convento, y se entrevistó con Sor María de la Concepción. Pero ella no tenía ninguna fotografía de su hermano, le dijo bajito, como se supone hablan las monjas y, con esa cadencia espiritual de voz de que están dotadas.

Nuevamente otra reunión de directiva. Martínez expuso el resultado de su gestión.

-¿Bueno y ahora que hacemos? -dijo el Presidente- estamos como al principio. Al final se nos quedará la galería coja, verás.

-¡Un momento! Se me ocurre otra idea –eso no era posible Martínez en tan corto espacio de tiempo manifestaba dos ideas, pensaron la mayoría.

-¡Diga usted Martínez! –le preguntó el presidente denotando una gran curiosidad.

-Pues Sr. Presidente y señores directivos, pienso que le podemos pedir una fotografía suya, pues nadie mejor que ella se parecerá a su hermano. –expuso.

-¡Pero hombre Martínez! –Dijo otro directivo, cuya calidad intelectual no se le suponía, como el valor al militar- ¿usted cree qué las monjas se hacen fotografías?

-Y por qué no Peláez. –interrumpió el Presidente- Estimo Martínez que debe de ir nuevamente al convento, y como ya conoce a Sor María de la Concepción, le pide una fotografía suya, pero para evitar un nuevo viaje se lleva una maquina fotográfica o le acompaña un fotógrafo y le hacen una a la monja, en el supuesto que no tenga ninguna. –sentenció.

Así hizo el diligente y ocurrente vocal. Se presentó en el convento, le expuso nuevamente la dificultad de que no pudiera haber cuadro de su hermano, por no tener una fotografía de él, y le pidió una suya a la monja, que tampoco tenía –no porque las monjas no se hagan fotos, que se las hacen, sino porque no tenía verdaderamente ninguna- sacó la máquina y le hizo un par de instantáneas. No sin antes poner alguna pega Sor María.

Revelado de los documentos gráficos –no existía la fotografía digital-, nueva reunión del gabinete de crisis galería pictórica, y nuevas directrices a la directiva:

-Bueno Sres. –dijo el Presidente- Con estos documentos, nuestra memoria, y el arte de Pepito López, vamos a tratar de aproximarnos lo más posible al parecido de D. Fulano de Tal, que en gloria esté.

Pepito López, que era un artista, se puso manos a la obra y, a pesar de sus grandes dotes, no podía despegar del parecido de la fotografía, pues con los bocetos no estaban conformes ninguno de los directivos, siempre el mayor parecido acababa en el de su hermana. Y eso que Pepito López, dotó al boceto de elementos masculinos, entendiendo estos como traje, corbata, corte de pelo, etc.

Otra vez Martínez:

-¡Un momento! –dijo alzando la voz, asemejándose su expresión al ¡Eureka! de Arquímedes. Se miraron todos, como diciendo, que le pasaba a Martínez, eso no era normal, dos o tres ideas en el mismo mes- Falta lo elemental. –continuó.

-¿Lo elemental? -dijeron varios.

-¡Si, lo elemental, el bigote! –era verdad el bigote era un rasgo significativo, por no decir el que más, de la cara de D. Fulano de Tal.

-¡Pues, manos a la obra Pepito! –ordenó al artista el Presidente.

Toda la Junta esperaba que, el pintor después de parsimoniosamente hacer una mezcla de color en la paleta, pintara el bigote en la cara de Sor María de la Concepción.

El artista dotó de un bigote a la monja, que hizo exclamar a todos.

– ¡Ahora sí, eso es! ¡No puede parecerse más!

Una vez completada la galería, era ésta un motivo de presumir cuando venía alguna visita al club. El Presidente o el directivo de turno cuando la enseñaban decían:

- Aquí D. Menganito; D. Zutanito y… -al llegar a D. Fulano de Tal, decían- una monja con bigote.

-¿Una monja con bigote?, vamos no sea usted bromista. –contestaba casi siempre el invitado, y seguían con la visita.

Es así como una persona entregada a la oración y a Dios, ejerció la presidencia en una de las entidades sociales más importantes de la ciudad.

¡Si cuando dicen que los caminos del Señor son infinitos…!

Según anécdota de M. Salcedo Hierro.

2 comentarios :

José Manuel Fuerte dijo...

Pero ¿hay monjas sin bigote? Yo pensaba que lo tenían todas.

Muy bueno, Paco. Me he descojonao. Has clavado una reunión de un consejo de dirección de empresa. Y lo peor es que se suelen sentir importantes por sus decisiones.

Por cierto, Fulanito de Tal ha quedado de sexy...!!

Paco Muñoz dijo...

Muchas gracias Ben, tu siempre tan amable.

El argumento base es del Cronista de la ciudad: Necesidad de completar una galería de cuadros, no tener fotografía de uno de ellos y éste tener una hermana monja, y la búsqueda de la fórmula de cubrir la necesidad. El resto es de la cosecha particular. Luego peregrino de las reuniones de cualquier directiva -muchas veces parece que van a arreglar el mundo-, Comunidades de Propietarios, Apas; etc. Los personajes y la entidad no tienen nombre porque no me ha parecido oportuno, pero lo tienen de verdad. La foto arreglada, de un almacén de fotos, pero lo que utilizaron fue sólo la cara, lo que pasa es que así es más jocoso.

Un abrazo