lunes, 28 de marzo de 2011

LAS CISTERNAS ROMANAS DE MONTURQUE

Portada del folleto

A sesenta kilómetros de Córdoba, se encuentra como otro desconocido del paso de Roma por estos lares, el yacimiento de Monturque, en una hermosa atalaya, por la cota de los trescientos noventa y cinco metros, la más alta de la villa, después de la torre del Homenaje del Castillo.

Plano de planta en el folleto.

Todo ello junto al Cementerio de la ciudad, a la iglesia de San Mateo y al Museo Histórico Local, muy profesionalmente dirigido por Antonio, uno de los muchos arqueólogos con más voluntad que medios, que en los diversos museos de la provincia son el alma mater de la conservación de la historia de nuestra tierra.

Entrada a las cisternas en el patio del cementerio

La gran cisterna romana de Monturque, fue descubierta, como casi todos los descubrimientos por casualidad. Con motivo de obras en el cementerio, cosa curiosa no había enterramientos en tierra, allá por el siglo XIX, concretamente en 1885. Es una obra colosal que denota una ciudad perfectamente urbanizada, y que a tenor de su capacidad que ronda los 850.000 litros, hace pensar que la ciudad del siglo I d.C. no era el pueblecito de finales del citado siglo XIX.

Claraboyas de iluminación natural de las cisternas.

Uno no se imagina la suntuosidad que se va a encontrar. Las cisternas más importantes de España. Una planta rectangular que contiene tres naves paralelas, orientadas norte sur, aproximadamente, que las separan gruesos muros y cubren bóvedas de medio cañón. Estas naves, a su vez, están divididas en cuatro cámaras de igual planta rectangular, comunicadas entre sí por pequeñas entradas con arcos de medio punto.

Entrada a las cisternas.

En cada una de los cuatro, mejor dicho de los doce compartimientos, se abrieron unos óculos, encima de las puertas y en los muros divisorios entre naves, que las comunican todas entre sí, en el ánimo de dotarlas de ventilación entre ellas. Otra cosa es que tienen un tragaluz, como puede verse en la fotografía que las alimenta de la luz del día. En palabras del arqueólogo mantenedor la mejor luz para disfrutarlas.

Perspectiva de una de las naves

Una curiosidad que tiene, es que en una de las naves al norte, precisamente la más situada al este, existe una estrecha y monumental galería, de unos treinta metros de longitud, con un recodo, de similar altura de las bóvedas o quizás algo más, también construida con bóveda de medio cañón, estando algunos tramos sin ella, con refuerzos  a intervalos de tres metros, con vanos de arcos de medio punto y óculos sobre ellos. 

Otra vista desde otro ángulo

No se comprende la altura exagerada de un canal que, se estima de desagüe, como corrobora la leve inclinación que finaliza en un pequeño pozo, cuadrado de cantos redondos. De este pozo se supone sacaba el artilugio hidráulico el agua al exterior.

Al fondo se divisa la escalera de la entrada.

Toda la gran cisterna y canal de desagüe está realizada en opus caemeticium, y revestida de opus signinum impermeabilizante, que aun dura en muchos de sus paños. En las juntas de las paredes con el suelo existen bien conservados los cordones de media caña que facilitarían la limpieza, al no quedar el ángulo vivo, o lo que vulgarmente llamamos “rinconeras”

Restos de los nichos de cuando lo utilizaron como columbario

Según nos comentó Antonio, el cual se desvivió en explicarnos detalladamente, toda la monumental construcción, que, en una de las galerías este, en el segundo compartimiento, existía una de las entradas de alimentación del agua del exterior, así como el desconocimiento exacto de donde estaba la entrada a la cisterna para su mantenimiento. Esto último dijo estima sería por el mismo lugar donde está ahora el acceso a la misma.

Pasillo con recodo que se supone es de desagüe.

Otra curiosidad son las diversas grietas que se estiman fueron fruto del terremoto de 1755, de Lisboa cuyos efectos se sintieron con notable fuerza en la provincia como datan las actas mandada realizar por el Cabildo. Hubo también una época que se empleó como osario, como lo determinan  los rebajes que se hicieron en los muros para soportar los pequeños nichos, así como la pintura de las paredes.

Pozo al final del pasillo de desagüe

La titularidad de las cisternas es municipal, siendo el ayuntamiento quien se encarga de su mantenimiento, conservación y custodia. Aunque como indica el folleto “debemos ser nosotros los últimos depositarios de tales obligaciones, como valedores de nuestro patrimonio y nuestra historia, símbolos fehacientes de la identidad de los pueblos”, para evitar también que a los poderes públicos se les olvide.

Perspectiva del pasillo de desagüe

Existe un horario de visita establecido, pero lo más correcto es llamar al ayuntamiento y comprobarlo previamente. No obstante los domingos y festivos es de 10 a 14 horas. También se puede visitar el Museo Histórico Local coqueto e interesante, con una gran riqueza patrimonial procedente desde el Paleolítico a la Baja Edad Media, pero eso requeriría una detenida explicación que alargaría ésta, así como el criptopórtico de “Los paseíllos” y las Termas, y sobre todo disfrutar de un agradable paseo panorámico, con un maravilloso paisaje de campiña y de la Subbética.

Supuesta entrada de alimentación de las cisternas

Enhorabuena Antonio por la dirección y desvelos, y al Ayuntamiento por su visión de lo que tiene que ser la protección del Patrimonio. Y recordar a los cordobeses que a nada de distancia de la ciudad, a menos de media hora, tenemos mucho de lo que sentirnos orgullosos.

Panorámica camino del criptopórtico




Fotografías del folleto y del autor
Bibliografía del folleto.

jueves, 24 de marzo de 2011

MOLINO DE SAN ANTONIO

Molino de San Antonio, Enmedio, Papalo Tierno y Albolafía. David Roberts 1832.

Continuando con el capítulo, bastante interesante de los molinos del río Guadalquivir, procede parar en uno de los últimos que han estado en funcionamiento, el de San Antonio. Está situado en la margen izquierda del Guadalquivir, junto a la torre de la Calahorra, y está representado desde tiempo inmemorial, procedente seguramente de una construcción de la época omeya o califal, de los siglos VIII al XI , y la referencia física más antigua es la del grabado de Wyngaerde de 1567, que se hizo por encargo de Felipe II.

Molino de San Antonio de Wyngaerde 1567.

No me cansaré de alabar el documento de Wyngaerde que nos permite trasladarnos al siglo XVI y ver en él aún los restos del Califato, a pesar de haber transcurrido ya algunos siglos. En 2009 el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía inscribió en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como monumentos, a conservar por su valor histórico, etnológico, y sobre todo como referente del patrimonio industrial a estas construcciones, otra cosa es que se cuide su estado, como ya comentábamos en la entrada referente a la entrada Molino de la Albolafia 


Molino de San Antonio, Lucian Levi 1888.

En una serie de fotografías y grabados vemos el desarrollo del estado del Molino de San Antonio y las diversas vicisitudes arquitectónicas que ha sufrido o tenido a los largo de unos siglos. En el XIX y primeras décadas del XX tuvo una remodelación, añadiéndole un ábside poligonal que es una de sus señas de identidad. 

Fotografía del AMC, finales del XIX.

En el año 1941 ceso por completo su actividad con motivo de la prohibición de moler el trigo artesanalmente. Parece que este molino siempre estuvo destinado a la molienda de cereales, no como otros que se les utilizó como batanes o para la producción de energía eléctrica.


En los años sesenta, sin embargo se usó su planta baja como  astillero de ribera, para construir barcas de madera, como aquellas que desde el barrio de “Villacachonda” -antiguamente arrabal de Saqunda-, cruzaban al embarcadero de la ribera, hoy tapado por unos metros de arena. Normalmente los días de futbol, eran los que más tráfico tenía esa línea fluvial que evitaba el paso por el Puente Romano de los habitantes del Campo de la Verdad, y dar la vuelta por la Ribera para acudir al estadio del Arcángel.

Antigua postal

En el año 2007, el arquitecto Juan Cuenca lo restauró, poniendo en valor las salas bajas donde se producía la molienda del grano.La planta alta tiene dos niveles con grandes ventanales, desde donde se divisan el resto de las construcciones hidráulicas del río, los monumentos de la orilla derecha y como no, los llamados Sotos de la Albolafia sitio de nidación de muchas especies de aves.


Ruina en el siglo XX

Lo último en que se va a convertir es en un mirador que gestionará el Instituto Municipal de Gestión Medioambiental (Ingema), y estará integrado en el centro de interpretación del río. 

Reconstrucción siglo XXI

En el 2009 una artista, Alicia Martín, lo utilizó como motivo de su obra Macro escultura de Libros, dentro del ciclo Cosmoarte de la edición de Cosmopoética  de ese año, obra con la que homenajeaba a la poesía a través del libro, que a su vez era el contenedor de los poemas.

Contenedor de libros, Alicia Martín.

Planta baja de la molienda.

Cubierta actual

Ventanal a los Sotos de la Albolafia

Riada de 2010



Fotografías de AMC, y diversos autores.

domingo, 20 de marzo de 2011

MOLINO DE LA ALBOLAFIA (I)

Albolafia siglo XIX. Grabado de David Roberts, 1832.

El pasado sábado 19, acompañé a mi amigo, el extraordinario fotógrafo Paco Madrigal en un recorrido por los molinos de nuestro río, de los que él tomaba fotografías para un trabajo que está realizando. Los visitamos todos, y a la vez que él hacía su trabajo yo tomaba instantáneas de los mismos. El que nos ocupa de la Albolafia, está cercado su acceso por las obras del entorno de la puerta del Puente, pero gracias a la amabilidad de los vigilantes, pudimos acceder con las precauciones necesarias a un lugar donde pudimos hacer las fotografías. La maleza de las pasadas avenidas y la primavera presente hacen imposible, como podrá verse en las fotografías, disfrutar de una visión completa del edificio.

Albolafia siglo XIX. George Vivian, 1838

Parece según algunos autores que su origen es, posiblemente como todo o gran parte de esta ciudad, romano. Según otros, la rueda la mandó construir Abderramán II para la elevación del agua y riego a los jardines del palacio de los emires “asr al-umura”. Luego, en el siglo XII el emir almorávide, Yusuf ibn Tasufin, la manda reconstruir nuevamente, trabajo que realiza Abú I-Áfiya de quien parece deriva su nombre actual, Albolafia.

Molino de la Albolafia (Hauser y Menet)

Ya en siglo XIV ya figura en los sellos de la ciudad, y en el XV sucede el capítulo del desmontaje de la noria, que más adelante se detalla. Buscando la etimología de la palabra noria, encontramos un parecido con el vocablo árabe “na’ar”, que significa gruñir o gemir, y haciendo un alarde de imaginación profana, tratamos de relacionarla con los chirridos molestos del eje al girar gracias a la presión del agua, eso sumado al bajísimo índice de ruido que existiría en esos tiempos, podrían ser los causantes de su paro.

Reparación del molino a finales del siglo XIX o principios del XX.

En el siglo XVI la propiedad del molino recaía en las monjas de la congregación de Jesús y María, título que pudiera venirle porque el anterior propietario lo legó a cambio de un lugar de solera en su enterramiento y misas para la “salvación” de su alma. Ya en el siglo XX, en época de Cruz Conde como alcalde, se encarga la rehabilitación de su ruina a D. Felix Hernández, el cual trata de aproximarse en ésta a su construcción original.

Fotografía del molino.

Nuevamente el abandono y los embates del gran río en la época de las avenidas, lo llevan a un deterioro notable, y en la primera década de los noventa del siglo XX, una escuela taller repara la noria, que es la actual, la dota de canjilones de barro –no queda ninguno- y después la foto, que es elemento de cierre de todos los capítulos, cierre no continuidad porque nuevamente el abandono es notorio, sumado a otros imponderables como la no reparación del azud, lo que imposibilitaba el movimiento, etc. etc. Un actual edil, elegido digitalmente no por votación popular, por la mal nacida ley de Grandes Ciudades, fue en esa fecha el impulsor de la reparación.

Mediados del siglo XX

El Dr. D. Ricardo Córdoba de la Llave que es Profesor Titular de Historia Medieval en la Universidad de Córdoba desde 1990, y ha sido becario de FPI en dicha Universidad (1984-1987), Becario Postdoctoral del CSIC en el Instituto de Historia de Madrid (1988-1989) y Profesor Asociado de Historia Medieval en la Universidad de Extremadura (1988), tiene un interesante trabajo sobre las obras hidráulicas de Córdoba y su provincia (desde 1999), y para el estudio de los molinos hidráulicos de la ciudad de Córdoba (2007), en el que detalla cuestiones relativas al Molino de la Albolafia, citando trabajos de otros investigadores, de el entresacamos lo siguiente:

Mediados del siglo XX.

“En la Córdoba musulmana hubo alguna naura de carácter agrícola, como la que debió funcionar en la almunia homónima; pero la que se encuentra mejor testimoniada desde el punto de vista histórico, es la llamada de la Albolafia, sita junto al puente mayor de Córdoba y colocada sobre el Guadalquivir para elevar del río unas aguas que, conducidas luego mediante acueducto hasta una de las torres del Alcázar cristiano, servían para regar los jardines y huertas reales de este.

Tapado por la vegetación (actual). En este lugar fue tirado al río,
 por los franceses, bastante material bélico.


Según Levi-Provençal y Torres Balbás la Albolafia fue fundada durante la primera mitad del siglo XII, hacia 1136/37, por un emir almorávide de Córdoba, Yusuf ibn Tashfin. El primero de estos autores parece deducir este dato del hecho de que cuando se realizaron las obras para la construcción del dique de contención del río, a principios de siglo, se hubo de derribar la mitad septentrional del edificio donde estuvo ubicada la noria, el entonces llamado molino del Hierro, y se hallaron en sus cimientos unas monedas almorávides datadas en dicho reinado. En todo caso, aunque su origen y modelo sea islámico lo cierto es que las referencias que poseemos de la noria proviene todas del siglo XIV; los sellos de la ciudad donde aparece representada, los arcos de su acueducto que todavía se conservan, todo es obra del siglo XIV y posiblemente dicho canal sería edificado para conducir el agua hasta el Alcázar cristiano, datado en época de Alfonso XI. 


Actual, el pretil del muro ha sido rebajado.

Si en los primeros años de siglo XIV se edificó un nuevo acueducto para que la antigua noria sirviera de agua al Alcázar o se construyó entonces la noria en su conjunto es algo que, por el momento, no podemos saber con seguridad. Lo que sí es cierto es que la noria seguía en funcionamiento a mediados del siglo XV porque de esa fecha data la conocida descripción de Córdoba, proporcionada por el manuscrito de Jerónimo, donde se puede leer que “tiene el río una noria de ingente magnitud la cual por la rápida corriente del agua va girando mientras con un movimiento continuo en forma de círculo hace subir las aguas sacadas del río sobre la muralla para regar, conducida por canales subterráneos, el jardín del palacio real”, y que a fines de este siglo había desaparecido, como testimonia un documento del Archivo Histórico Provincial de Córdoba, fechado en junio de 1499, por el que Pedro de Hermosilla toma posesión de ciertos bienes donados por los monarcas tras haber sido confiscados a un converso condenado por la Inquisición, entre los cuales se encontraba “el agua que pasa por la canal que está en dicha parada de aceñas donde estaba la noria que solía subir el agua a los alcázares reales de esta ciudad”.


Uno de los arcos mudéjares visto desde el interior.

La fecha que se da tradicionalmente para el desmonte de la noria es la de 1492 cuando la reina Isabel l Católica, aquejada de altas fiebres en el Alcázar de Córdoba, mandó pararla y desmontar la noria por las molestias que le ocasionaban sus ruidos. José de la Torre transcribe un documento conservado en el Archivo Municipal de Córdoba y fechado en octubre de 1508 donde uno de los alcaldes de Córdoba se quejaba a la reina doña Juana de que “puede hacer dieciséis años que la reina [Isabel] mandó parar una rueda que solía andar en esta parada de estas aceñas que echaba un gran golpe de agua en estos alcázares, de donde se regaban todas estas huertas, e hizo parar la dicha rueda porque hacía gran ruido y su alteza estaba mal, de manera que la dicha rueda se secó e perdió”. La explicación para el desmonte de la noria parece un poco simple. Seguramente obedeció no solamente al capricho de la reina Católica, sino a que una traída de aguas de otro lugar hiciera innecesario su uso. Pero, en todo caso, de lo que no cabe duda es de su inexistencia ya a finales del propio siglo XV. Poco antes de 1492 aparece ya testimoniada la existencia, adosado a la parte baja del acueducto que soportaba la noria, de una aceña o molino de harina, cuya fecha exacta de construcción ignoramos."


La rueda.

Y esta es en líneas generales una reseña del Molino de la Albolafia símbolo de nuestra ciudad, pero que está en un estado que no se merece al tener tan alto honor de figurar en el escudo de la misma.

Desde el mirador, una perspectiva similar a la de Roberts.


Vídeo de las fotografías:
Fotografías del autor y AMC, grabados de los románticos.
Bibliografía citada de D. Ricardo Córdoba de la Llave y otros.
Vídeo del autor.

martes, 15 de marzo de 2011

EL SELLO DE CÓRDOBA DEL SIGLO XIV

Cordobán del sello de Córdoba (Meryancor)

D. Rafael Ramírez de Arellano (Córdoba 3/11/1854, Toledo 20/12/1921), hijo de D. Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez, y sobrino de D. Feliciano Ramírez de Arellano, Marques de la Fuensanta del Valle, envía a D. Adolfo Herrera Chiesanova (1847/1925) -cartagenero ilustre, numismático y medallista excepcional, miembro de la Real Academia de la Historia, con un currículo de garantía-, una carta que es un documento donde expresa su sentir por el trabajo, que D. Adolfo había hecho sobre el sello de la Ciudad de Córdoba, que el Consejo de la misma había elegido en 1241, y que sustituyo la corporación municipal en 1983. El significativo sello con la vista del puente, muralla almenada, puerta del Puente, Mezquita, alminar y palmeras y plantas exóticas de sus patios.

Sello de Córdoba

El artículo de sigilografía de D. Adolfo Herrera Chiesanova, estuvo ilustrado por una copia en fotograbado del sello que le facilitó D. Feliciano Ramírez de Arellano, Marqués de la Fuensanta del Valle, tío, como se manifiesta anteriormente de D. Rafael firmante de la carta de agradecimiento que se describe a continuación. Carta que es un ejemplo descriptivo de muchas cuestiones de la ciudad. 

Escudo antiguo de la ciudad que adoptó la Diputación

De todas formas la lectura de la carta de agradecimiento, es un documento que expresa, en pensamiento de principios de siglo XX, el sentir de los intelectuales por un asunto que, setenta años más tarde tomó en consideración el ayuntamiento de la ciudad, y que hoy forma parte de nuestras señas de identidad. Es extensa pero he considerado inevitable publicarla completa por su precioso contenido.

Azulejo con el sello de Córdoba (Morera)

“SELLO DE CÓRDOBA DEL SIGLO XIV. 
Sr. D. Adolfo Herrera. 

Mi muy distinguido amigo: 

No sabe V. el servicio inmenso que ha prestado al arte árabe en general y á la historia de las bellas artes en Córdoba, con la publicación de su bellísimo artículo de Sigilografía, y mucho más con el fotograbado del sello que al mismo número acompaña, facilitado por el Sr. Marqués de la Fuensanta del Valle. Los que nos dedicamos al estudio del arte árabe, y muy especialmente del arte cordobés, no tendremos nunca frases bastantes para significarle nuestro agradecimiento. 

El sello en cuestión reconstituye, con su vista de Córdoba, lo que fueron un día la puerta del puente, el muro exterior de la ciudad, algo de los muros de la mezquita, y lo que es más interesante de todo, la famosa torre de la catedral antigua Assumua de la Aljama, de la que sólo teníamos imperfectos datos. 

En el sello de cera, fotograbado, aparecen en primer termina las aguas del rio cortadas por el puente. Este según tradición puramente gratuita, pues no hay documento alguno que la avalore, fue construido por Julio César, cuyo nombre lleva, A la llegada á Córdoba de los árabes mandados por Mugueit, lugarteniente de Taric, estaba destruido, y los árabes tuvieron que pasar el rio por un vado, atacando la puerta que llamaron de la Estatua, por una que sobre ella se parecía. La primera reconstrucción la hizo uno de los emires dependientes de Damasco; la segunda Hischan I, y después se han hecho muchas reconstrucciones, unas totales y otras parciales, desde Enrique II, que restauró la fortaleza que está á su entrada y que se llama la Calahorra; Isabel la Católica, que hizo la desviación para que no hubiera que pasar por el interior del castillo al cruzar el puente, y muchas más restauraciones de arcos llevados por el rio en diferentes siglos. La más notable de estas reparaciones fue la del año 1603, á cuya obra concurrieron los arquitectos Gaspar de la Peña, Juan Francisco Hidalgo, Francisco de Luque y Juan de León, y la última se realizó en 1702 por los arquitectos D. Francisco Agustín y Tomás Ortega, quienes hicieron nuevos dos arcos, en el espacio de un año, llevando la obra por partes, de manera que nunca faltase el paso por el puente, para que comunicasen el barrio del Campo de la Verdad á la izquierda del rio, y la ciudad, que está á la derecha. 

El puente, examinado hace pocos años por los ingenieros de caminos de la provincia al hacer reparaciones en él, tiene una particularidad especialísima y que no debemos dejar de consignar en esta carta. Sabido es que tiene diez y nueve arcos, y que el rio, especialmente en el estiaje, lleva muy poca agua; pues bien, los primitivos constructores, romanos, fuesen ó no del tiempo de César, construyeron un canal (por debajo de lo que hoy es el arco sexto, á contar desde la puerta), por donde echaron todo el agua del Guadalquivir; construyeron en seco por uno y otro lado y cuando llegaron al cauce artificial no se cuidaron de rellenarlo, sino que voltearon un arco de fuerte sillería y sobre él construyeron los estribos y el arco sexto actual. El tiempo y las avenidas han cegado el canal primitivo, y el arco persiste y ha sido reconocido y reparado por los buzos, como antes he dicho. 

Respecto al puente, el sello no tiene importancia, porque no da idea nueva de su forma. Lo mismo acontece con la Albolafía, de la que Vd. ha dicho lo bastante; pero no sucede asi respecto á la puerta del puente. Por la Historia de Al-Andalus, de Ibn Adharí de Maroc,

traducida por el Sr. Fernández y González, sabemos que la tal puerta existía antes de la venida de los árabes. Sabemos que éstos la llamaron de la Estatua, por una que tenía en su coronamiento. La actual es obra del arquitecto cordobés Hernán Ruiz, hijo del mismo nombre, natural de Burgos, que empezó el crucero de la catedral. La mandó construir Felipe II, cuyo nombre y armas ostenta, y está adornada con altos relieves que se creen obras del célebre escultor Torrigiano, autor de San Jerónimo del Museo de Sevilla. Pues bien: la portada que aparece en el sello no es la de la Estatua, ni puede ser la actual, puesto que es posterior al sello, sino que es de gusto árabe, de arco de herradura y al parecer lisa y llana y sin adornos ornamentales. Si yo estuviese en Córdoba iría al riquísimo archivo del municipio, á ver si, así como consta el arquitecto á quien se encomendó la hechura de la nueva, constaba algo de lo que fuese la antigua; pero por hoy habremos de contentarnos con estos datos que á la memoria conservo. 

Otro dato importantísimo que nos da el sello es la forma del muro exterior de la ciudad por la orilla del rio, hoy destruido completamente. En el sello se ven lienzos de cortinas separados por torres, como está toda la cerca que rodea el jardín del alcázar; pero ofrece la particularidad de que las torres están adornadas con ajimeces; y tanto las cortinas como las albarranas, coronadas de almedinados de la misma forma que los que aún ostenta nuestra fastuosa mezquita. Entre dos de las torres mayores se eleva una especie de obelisco que yo no me atrevo á determinar lo que sea. 

A la derecha, y por encima de la rueda de la Albolafia, hay un torreón que debe ser el campanario del hospital de ahogados que construyó el Obispo D. Pascual en el sitio en donde hoy está el Triunfo erigido á San Rafael por el obispo Barcia, con dibujos del escultor francés M. Miguel Verdiguier y con esculturas suyas, y del que hizo un grabado el cordobés D. José Vázquez á principios del siglo actual. Si no es esto, yo no sé qué sea, y, por lo tanto, dejémoslo así, pasando á hablar de la mezquita y de lo que de ella se contiene en el sello. 

Dos cosas importantes hay en el sello que deben ocupar nuestra atención: una es el muro, y otra la torre. El primero está guarnecido de torreones, como hoy, pero en algunos se ven las techumbres, que se apoyaban sobre aleros salientes, de los que no ha quedado ninguno, y que era parecido al que tenia la torre de las Damas en Granada, antes que un alemán, cuyo nombre no recuerdo, lo desmontase y llevara á su país. En el mismo muro se mira una gran portada, de la que no hay ni memoria, y que, caso que existiera en esta parte de la mezquita, debía encontrarse en lo que hoy es capilla del Cardenal Salazar, obra del más detestable churriguerismo, labrada en 1705 por el arquitecto D. Francisco Hurtado Izquierdo. Con tal obra se destruyó una buena parte de la mezquita al lado del mirhab, y llegó la destrucción hasta el muro exterior, en donde se abrió una puerta, hoy trocada en ventana, que daba ingreso á la capilla subterránea, construida con el objeto de que sirviera de parroquia, si no siempre, por lo menos durante las horas de la noche, cuando hubiera que administrar á algún vecino los sacramentos últimos. 


Bandera de la ciudad de Córdoba

Tras de los muros se ven los penachos de las palmeras que siempre hubo en el huerto pensil llamado Patio de los Naranjos, y detrás lo más interesante del documento sigilográfico que Vd. ha publicado, ó sea la torre. La historia de ésta es la siguiente: En el año 958 de nuestra Redención, el Califa primero de Córdoba, 6 sea el tercer Abdu-r-Rhaman, mandó reconstruir el muro de la mezquita y la assumua ó torre de la misma. De esto ha quedada memoria en una inscripción en

caracteres cúficos, que está en el patio, á un lado del arco de bendiciones, y que, según traducción del Sr. Gayangos, dice lo siguiente: 

«En el nombre de Dios piadoso de piedad, mandó el siervo de Dios, Abdu-r-Rahaman amir-al-momenin An-nazir-Lidi-nillah, alargue Dios su permanencia en la tierra, edificar esta pared exterior y afirmar sus cimientos, y esto lo hizo en honra de Dios y de su santa religión, y para la conservación de las señales de su profecía, la cual permitió fuese ensalzada y mencionada juntamente con su nombre: esperando que la obra sea aceptable á Dios, y cuantiosos socorros de su magnificencia, juntamente con gloria permanente y alto renombre. Y se acabó la obra con ayuda de Alah, en la luna de Dzi-1-hicha del año 346 por mano de su liberto y guazir.... Abdallah-ibn-Batu. Lo hizo Said-ibn-Ayyab.» 


Imagen corporativa del Ayuntamiento de Córdoba

Sabemos por esta inscripción la fecha de la construcción, 958^ de nuestra era, correspondiente al 346 de la hégira y el nombre del arquitecto. La torre, según el testimonio de Maccari y de Edrisi, tenia de altura 73 codos. Después veremos la verdadera altura de la al-cadima. 

Estaba esta torre en el mismo sitio que la actual, y tenía á un lado, como hoy, una de las principales puertas de la mezquita. La puerta árabe se renovó casi totalmente en 1367 por orden de Enrique II, de cuya fecha datan las magníficas puertas de bronce y los célebres llamadores que hoy la decoran. Queda memoria de esto en una inscripción en caracteres monacales que rodea el arco y que dice: “Dias dos del mes de Marzo de la era de M et CCCCXV años, regnante el muy alto et poderoso don Enrique Rrey de Castiella.” La portada ha sufrido nuevos revoques en épocas posteriores. En el siglo XVII fué pintada por Antonio del Castillo del que aún queda un fresco, que representa la Asunción, en el interior de la puerta, y del que los proyectos para la restauración se conservan originales con sus aprobaciones en el museo provincial de Córdoba. En el siglo XVIII fueron renovadas las pinturas al fresco de Castillo por el pintor D. Antonio Torrado o Álvarez Torrado, como en algunos sitios se le apellida. 

La torre fue construida, como hemos dicho, por Sadi-ibn Ayyab y no sufrió variaciones que sepamos ni en la época árabe ni después de la Reconquista, hasta muy entrado el siglo XVI, en que sobre el pabellón del almuédano se le puso un campanillo resguardado por un chapitel muy pesado cubierto de plomo, y sobre el que se ostentaba una imagen de San Rafael. 

Así se encontraba en 1585, cuando anocheció el 21 de Septiembre, y próximamente á las once de la noche, se desencadenó sobre Córdoba una horrorosa tormenta de agua y piedra acompañada de violento terremoto que puso en alarma á toda la ciudad. El R. P. Fr. Juan Chirino, fraile trinitario, en su obra Sumario de las 'persecuciones de la Iglesia, impresa en Granada por Rene Rebut en 1593, refiere todo lo que ocurrió con la tormenta en Córdoba, y para demostrar lo que seria, dice que la puerta del convento que daba á la iglesia se encajó de tal manera, que cuatro frailes de los más robustos, por mucho que empujaron no la pudieron abrir. Se cayeron la torre del convento de los Mártires, yendo á parar las campanas á las celdas de algunos frailes, que se libraron de milagro; la torre de San Lorenzo, la de la Compañía, de la que una campana atravesó la bóveda de la iglesia y el pavimento, yendo á caer dentro de un enterramiento; y un mirador que había en San Felipe. El lector que quiera más datos puede consultar la obra citada, en la que uno de sus capítulos está dedicado á esto exclusivamente. 

Esta tormenta arrancó de cuajo todo el chapitel de la torre de la catedral, y lo trasladó entero al tejado de una casa de enfrente. Se hundió el tejado con el peso, y todo vino á dar en la cama de un matrimonio, á quien no mató porque aterrorizados con el viento, la lluvia y los truenos y temiendo que encima se les cayese la casa, se hablan resguardado en el hueco de la escalera. 

La destrucción de parte de la torre obligó á los capitulares á pensar en su restauración, y en 1593 acordaron hacer una torre nueva. Hizo los planos Hernán Ruiz, nieto del de Burgos é hijo del autor de la puerta del puente que queda citado. Acudieron llamados por el cabildo para probar el diseño, Juan Coronado, Juan de Ochoa, autor del magnífico claustro de San Pablo, hoy destruido, y Asensio de Maeda, maestro de las obras de la catedral de Sevilla, y se encargó de la obra Hernán Ruiz que trabajó en ella hasta 1604, en que ocurrió su fallecimiento. 

La torre entonces tenia de altura 105 pies, y como sabemos por los autores árabes que media 73 codos, podemos decir que el codo equivalía á 40 centímetros y cerca de tres milímetros de nuestra medida actual, dato muy interesante puesto que hasta el presente no se ha podido fijar con certeza el tamaño del codo. Sobre esta altura se había de elevar 120 pies más, y para ello no se derribaba la antigua assumua sino que se le revestía de una fila de sillares hasta la altura de 60 pies. Es decir, que el primitivo alminar, casi en su totalidad, está encerrado dentro del revestimiento de cantería que forma hoy el primer cuerpo de la torre. 

Desde 1604 hasta 1606 dirigió la obra Juan de Ochoa, y desde entonces perdemos las noticias de la construcción y no sabemos nada de quiénes fueron los arquitectos hasta 1664 en que se acabó bajo la dirección de Juan Francisco Hidalgo, maestro mayor de la catedral. La torre actual está coronada por un San Rafael de piedra que hizo el cordobés Pedro de Paz; que ya lo había ejecutado en 1677 en que hizo su declaración en el expediente de canonización de San Álvaro, por la que se sabe que es autor de dicha obra, y en donde únicamente se encuentran noticias de dicho artista. 

Esta es, amigo Herrera, la historia de la torre de la catedral de Córdoba, y ahora voy á decirle por qué, con respecto á la misma, concedo yo tan excepcional importancia al sello por Vd. publicado. 

Dicen los autores árabes que la torre se componía de dos cuerpos: el uno la alcadima, propiamente dicha, y el otro el camarín pabellón del almuédano, y que sobre éste se levantaban tres granadas: dos de oro puro y de plata la tercera. 

Hace ya años que D. Rodrigo Amador de los Ríos, ilustre orientalista, y mi buen amigo y maestro D. Rafael Romero y Barros, teníamos deseos de encontrar algunos datos de cómo fuesen las primitivas puerta y torre de la aljama, y al fin encontramos algunos que yo no sé si estos señores han publicado, pero si sé que el Sr. Romero los tiene muy bien estudiados en una preciosa obra monumental que está escribiendo sobre artes cordobesas avalorada con magníficos dibujos á la pluma. 

Lo que encontramos fueron unos escudos de armas en donde estaban representados los muros y la torre de la catedral, antes de la construcción de la que hoy existe. Son dos, ambos de piedra; el uno, que está en el interior de la mezquita y al lado de la capilla del cardenal Salizanes, presenta la catedral por su parte posterior y sólo se ve de la torre el coronamiento con el chapitel que le pusieron en el siglo XIV. El otro está en una de las enjutas del arco de la puerta llamada de Santa Catalina, y representa en primer término la torre y la actual puerta del Perdón. Por la fidelidad con que ésta está copiada puede juzgarse de cómo lo estará la torre, pudiéndose asegurar que tal debía ser como allí aparece en 1551, fecha de la obra en que se representó. 

En el escudo se ve uno solo de los costados, siendo lisa toda la parte de abajo, y como á la mitad de su altura se abren ajimeces colocados de dos en dos, no apareciendo más que dos órdenes de ventanas. Sigue una fila de arquitos ornamentales, trebolados como los que terminan del arco el mirhab, y luego un cornisón que acaso se lo pondrían al levantar el chapitel en el siglo XVI. El pabellón del almuédano aparece encima y sobre todo el ya citado chapitel en forma de campanario. El edificio no parece de gran elevación, y su anchura aparece demasiada con relación á lo alto. 

Esto es lo que conocíamos de la torre de la mezquita, cuando la publicación del sello, hecha por Vd., nos da una idea más completa de aquel alminar que pasó mucho tiempo por el primero de España. En el sello parece más esbelta y airosa que en el escudo, y se ven perfectamente dos de los ajimeces, los más altos, y la fila de arquillos ornamentales. Falta en el sello el cornisón, y en su lugar se ven almenas de la misma forma que las que coronan todo el muro exterior de la mezquita. El segundo cuerpo luce un arco de herradura y está también coronado de almenas como las antes citadas. De este segundo cuerpo parte una vara de mucha altura en la que están colocadas una encima de otra las tres famosas granadas, que tales serian, pero que en el sello más parecen azucenas que frutas. 

Tal es lo interesante que en el sello encuentro, y creo que con él y con el escudo de la puerta de Santa Catalina hay bastante para que el día que llegue á la torre la restauración que hoy se hace por cuenta del Estado, pueda volverse el monumento á su ser primitivo. 

Dispense Vd. que le haya molestado tanto tiempo con estos apuntes, y sepa que siempre es su amigo sincero y seguro servidor que le besa la mano 

Rafael Ramírez de Arellano.” 


Bibliografía: Carta de Ramírez de Arellano y
artículo de Adolfo Herrera
Cordobán de Meryancor.
Imagen corporativa y bandera del Ayuntamiento de Córdoba

viernes, 11 de marzo de 2011

MANUEL ORTAS CASTILLA, "LA MUTACIÓN".



Como ayer tocó un libro científico, hoy toca uno de ficción. “El Ángel Negro” de Manuel Ortas Castilla. Después de la presentación del libro de ayer, de Fernando Penco, sucedió lo mejor de las presentaciones y que también opino es igual que en las entradas de los blog, los comentarios. La copa de rigor y la tertulia. El disfrute de ver amigos a los que aprecias y hace años que no ves, como Juan Estévez responsable de debates del Ateneo, o Aroca de la Academia, o a Perea del Ateneo. Como decía ya al final quedamos Manuel (quien nos ocupa), Jerónimo Sánchez, arqueólogo, Paco Madrigal un artista de la fotografía, y yo. Anécdotas, recordar cosas y sobre todo aprender muchas más. Manuel Ortas polifacético, funcionario pobre como yo –dicho esto para aquel que piense que ser funcionario es una panacea-, pero con un currículo de garantía. 

Manuel Ortas Castilla

Dice su página de él en la web del Ateneo, en su primer párrafo: “Nace en Córdoba el 7 de mayo de 1964, día emblemático en la ciudad pues en esa misma fecha, varios siglos antes, el Arcángel San Rafael se presentó al Padre Roelas para asegurarle que protegería la urbe de la epidemia de peste que asolaba Europa, motivo por el cual, después de cumplir su promesa, fue nombrado en agradecimiento, arcángel custodio (una calle en Ciudad Jardín recuerda tan magna fecha).párrafo:”, año también en el que salió petróleo en Valdeajos, murió Juanito Barazona, etc. etc. 

Entre charla y charla, acabamos en el aparcamiento de Bodegas Campos, y le recordé a Manuel mi pesar por no haber estado en la presentación de uno de sus libros, el que hoy trato de homenajear, y ni corto ni perezoso me regaló un ejemplar y además me lo dedicó. En la dedicatoria, que casi nunca se merece el dedicado dice “a un tío polifacético y genial”, pero la genialidad la suya una vez leido de una sentada su libro. Una serie de relatos cortos de ficción que, según la definición del autor “reflejan la soledad del ser humano en el supremo instante de existir”. A cual más sorprendente. El libro tiene el nº 55 de la “Colección Arca del Ateneo”, y de él me he permitido publicar aquí el que se llama “La mutación” y que obtuvo el 1º Premio del VIII Certamen “Sebastián Cuevas de relato corto” 2007.  Es un homenaje a la mujer en fechas o tiempos en los que se habla de ellas demasiado en los telediarios, casi siempre trágicamente. 

Disfrútenlo.


"LA MUTACIÓN.

La señora Sevein cerró los ojos. llevaba cuatro horas seguidas trabajando en su casa, en lo que su marido decía que eran las "labores propias de su sexo". La señora Sevein tenía 42 años, conservaba una figura envidiable que hacía que muchos hombres la miraran de reojo por la calle. con evidentes aires de lascivia. Muchos hombres menos su marido, el cual prestaba más atención a las labores propias de su sexo, esto es, el fútbol, las cervezas con los amigos y su coche, un "todo terreno" de color rojo, al cual. (la señora Sevein estaba segura de ello) tenía en más estima que a ella misma.

La señora Sevein había salido a las seis de la tarde después de una agotadora jornada de diez horas de trabajo. con apenas una pausa de veinte minutos para comer. Había recogido a los dos niños del colegio, donde se había entrevistado con el tutor del mayor. un pequeño delincuente metido a pintor callejero. La última hazaña del angelito había consistido en vaciar diligentemente tres botes de pintura en spray en los servicios. La señora Sevein tuvo que aguantar la charla del tutor. toda enrojecida por la vergüenza que le subía desde los pies hasta su rostro, en cual parecía un campo de lozanas amapolas. Ni que decir tiene que tuvo que hacerse cargo. además, de la factura de la limpieza de la obra pictórica de su retoño.

De camino hacia su casa había invertido una hora en hacer la compra de la semana. Hacia las ocho de la tarde llegaba por fin a su domicilio y se aprestó a encargarse de la limpieza de las habitaciones. al planchado de la ropa. la elaboración de la comida del día siguiente. la supervisión de las tareas de los niños y el baño de éstos. Por fin a la una de la madrugada se sentó en un sillón y cerró los ojos. Le dolían los párpados. tenía los pies hinchados y la cabeza le martilleaba con un dolor punzante. Los niños dormían plácidamente. En el silencio de la noche un dulce sopor empezó a rodearla, haciéndole sentir como si flotase por la habitación. Fue entonces cuando escuchó el ruido de las llaves en la cerradura y volvió bruscamente a la consciencia. Su marido entró en la habitación. Un repugnante olor a tabaco y alcohol le envolvía por completo. Su esposo trabajaba en una oficina y salía a las tres de la tarde, pero se había parado -como casi siempre- a tomarse unas cervezas con los amigos.

—Déjame el sillón, que vengo molido, han cambiado los taburetes del bar y han puesto unos que son incomodísimos, de verdad que no te imaginas el enorme suplicio que es estar en una postura incómoda tantas horas. -Dijo el marido entre balbuceos entrecortados, haciendo un ímprobo esfuerzo por mantener el equilibrio.

La señora Sevein abrió los ojos, pensó en clavarle un cuchillo en el corazón o mejor rebanarle el cuello a la altura de la nuez, pero optó por dirigirse al dormitorio en silencio.

—¿Ya te vas? ¿No me vas a calentar la comida? Bueno, ya lo hago yo, para que luego te quejes de que no te echo una mano, mujer. -Farfullo el señor Sevein con tono condescendiente.

La señora Sevein se acostó en la cama, se subió el embozo y muy tapada empezó a pensar que le gustaría ser hombre, que le Gustaría mutar por la noche, en unas cuantas horas. Pensó que cuando el sol clareara en el horizonte, sus firmes pechos hubieran desaparecido, total ¿para qué los quería si nadie se los acariciaba? Su pelo se acortaría y entre las piernas desaparecía la abertura que tenía y en su lugar crecería una enorme protuberancia, no como la que tenía su marido, que prácticamente no le servía para nada.

El señor Sevein comió solo una pequeña porción de comida, las múltiples cervezas que había ingerido le habían quitado el apetito. Dejó el plato sobre la mesa, ya lo quitaría su mujer por la mañana antes de irse a trabajar, pensó. Se sirvió un generoso whisky y puso la televisión, no podía dejar de pensar en los malditos taburetes del bar, que le habían provocado un molesto dolor de espalda.

La señora Sevein se quedó pronto dormida con la idea fija de mutar esa noche, estaba convencida de que pos la mañana sería otra persona. El señor Sevein se acostó a eso de las tres de la madrugada, después de ingerir unos cuantos whiskys más. Cuando le sonó el despertador a las siete en punto, tocó a su mujer en el hombro para que se levantara a prepararle el café, como cada mañana. Nada más rozar su piel apartó la mano inmediatamente, la había notado fría como un témpano de hielo. Se alarmó y sobresaltado comprobó que su esposa no respiraba. La señora Sevein lo había logrado, había mutado al fin. Seguí siendo mujer, una mujer preciosa, pero ya no era esclava. La mutación que tanto deseaba le había traído un regalo inesperado: la libertad."

Foto de la Web del Ateneo y texto del libro el "Angel Negro"

jueves, 10 de marzo de 2011

"HISTORIA DE LA MINERÍA EN CORDOBA", CERRO MURIANO. SITIO HISTÓRICO de Fernando Penco.


Como es habitual en los miércoles del Ateneo, en la sede de la Fundación Bodegas Campos, de la Ermita de la Candelaria, hoy correspondía a la presentación de un interesante libro, Historia de la Minería en Córdoba, de Fernando Penco, director del Museo del Cobre en Cerro Muriano.

Manuel Ortas, Fernando Penco y Jerónimo Sánchez

Abrió el Acto Manuel Ortas en representación del Ateneo, y presentó al autor Jerónimo Sánchez, conocido arqueólogo, que elogió las múltiples virtudes profesionales de Fernando Penco Valenzuela.

Un momento de la presentación del acto.

Fernando hizo un recorrido que no tenía, en el fondo, nada y mucho que ver con su libro, para demostrar la importancia de la minería en la serranía cordobesa y en el mundo. Nos demostró la calidad del cobre cordobés, y como se puede seguir su ADN por determinadas obras a lo largo de la historia.

Jerónimo Sánchez y Fernando Penco

Nos deleitó con la explicación de la multitud de pozos inexplorados que existen, que él ha estudiado con amigos colaboradores, y confirmó la importancia de este lugar a lo largo de más de veinte siglos. Y la historia que atesoraban los yacimientos de mineral.

Una vista del respetable

En el debate, la mayoría de las veces elemento de suma importancia en una presentación, nos demostró que el abandono de la explotación fue por falta del agua necesaria, la extracción de esta le costaba a la empresa inglesa mucho más que el valor del material. Nos explicó como hubo un momento en la historia que interesó los restos del mineral, mucho más que el mineral en sí.

Otra vista de la sala

Cerró el acto la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Obejo, Doña Adela Romero, que detalló los esfuerzos por conseguir el reconocimiento de los lugares por la Junta de Andalucía, y el interés de la asociación por defender el patrimonio minero e industrial de la zona.

Significativa fotografía de los duros hombres de la mina, principios del siglo XX.

Importante libro, que debe estar en todas la bibliotecas de los interesados en las cuestiones de nuestra tierra.




Foto de los mineros y vídeo gentileza de Fernando Penco