sábado, 27 de agosto de 2011

EL POLVORÍN DE "EL BLANQUILLO"

Torre de vigilancia

En tiempos no tan lejanos, las unidades de las FF.AA. estaban distribuidas en el territorio para defender al régimen de la población, no a protegerla de una amenaza externa, que es para lo que debe servir el ejército. Por ello la cantidad de unidades que había distribuidas por las ciudades. Luego, con la democracia y la pertenencia a clubes militares internacionales, se suavizó esa idea que ha existido a lo largo de muchos años, y las unidades se aglomeraron todas en determinados lugares, para ofrecer una operatividad mejor a las estrategias del mundo actual.

Cancela actual de entrada al camino

En esos tiempos no tan lejanos, en la ciudad de Córdoba había dos grandes unidades militares, principalmente, el Regimiento Lepanto nº 2, Artillería 42, y Sementales además de otras logísticas, como pudieran ser, Intendencia, Automovilismo, y los que entonces se llamaban CIR (Centros de Instrucción de Reclutas) que estaban en el Cerro Muriano. Cuando nos daban la teórica en tardes de verano, que dejaba dormidos a la mayoría de la clase, utilizaba el instructor un libro que se llamaba Vencer, de claro nombre guerrero. No dudo de la voluntad del escritor, pero hay que reconocer que en algunos temas, mejor hubiera estado como dijo Rafael Guerra el torero, que debía estar en la siesta, el viajante en su casino de la calle Gondomar.

Entrada al antiguo polvorín

Por ejemplo: las instrucciones de la guerra atómica eran de tebeo, también es verdad que en esa época, que estaba recién asesinado medio Japón con el artilugio criminal de los USA, poco se sabía de ello, y entonces habría que valorar la voluntad del autor. Una de las premisas que nos decían eran:

-Si estáis en combate, y tiran una bomba atómica, no miréis donde la haya tirado, os tapáis los ojos. 

Yo, ilustrado algo en el asunto, trataba de hacerle comprender al instructor, lo absurdo de la recomendación. Porque, ¿Qué más da que, la onda expansiva que te va a reventar por dentro, reviente a un ciego que a un vidente? ¿Qué más da que, cuando llegase la onda calorífica, que achicharraría todo, chumarrascara a un ciego que a un vidente? Y al final ¿Qué más daría que cuando llegara la peligrosa radioactividad que destrozaría el núcleo de tus células –si te quedaba alguna en buen estado después de las primeras ondas citadas-, fueran las células de un ciego que las de un vidente?

La torreta de vigilancia

Pues no daba igual. Era fundamental seguir las instrucciones del manual de teórica y en este caso, de supervivencia. Pero, dejando a un lado las explicaciones del sargento instructor, que sólo obedecía órdenes, y que entendía menos de energía atómica que mi abuela Antonia, hay un asunto que estimo es interesante. Las unidades de las Fuerzas Armadas -entonces se llamaba Ejército Español- como he dicho, estaban distribuidas en el interior de las ciudades o en sus aledaños, y cada individuo, de los que componían el Regimiento debía tener un determinado número de cartuchos, balas, para atender a una eventual revolución, porque en la ciudad no se podía esperar una invasión extranjera. Y los morteros proyectiles, así como los cañones, y bombas de mano, y cartuchos de trilita, y… etc. Claro eso no podía estar dentro del  acuartelamiento, por ello las dotaciones de munición se dividían, y me imagino que actualmente igual, en, de Seguridad y Permanente. 

Estado ruinoso de un barracón semienterrado

La dotación de Seguridad, era una cantidad determinada para salir del paso en un momento dado, que en el caso del Regimiento Lepanto nº 2, estaba en el polvorín particular del acuartelamiento, concretamente donde hoy se ubican parte de los jardines de Lepanto y el edificio del Patronato de Deportes. Eran unas edificaciones semienterradas, circulares, para evitar que una hipotética explosión simpatizara con los otros almacenes, y que la onda en este caso expansiva, saliera hacia arriba, pero que no era toda la munición necesaria. Estas instalaciones se regaban en el estío cuando las temperaturas llegaban a ciertos niveles. Había que relacionar diariamente las máximas y las mínimas, y de vez en cuando recontar el material. Esto lo sé porque entre 1968 y 69, fue mi misión en esa unidad. La dotación Permanente eran palabras mayores, se podía atender un levantamiento mayor o más prolongado, y esa enorme cantidad de munición no se podía almacenar entonces dentro de la ciudad, porque podría, en el hipotético accidente, generar un verdadero desastre.

Una garita interior

Por ello la dotación Permanente de la Plaza, estaba en unas instalaciones de las afueras. Concretamente en un terreno que pertenecía al llamado cortijo Blanquillo Bajo, en la orilla escarpada del río Guadajoz, en la bajada de la cuesta de los Visos, vertiente sur, hacía Puente Viejo, por la N-4 dirección Sevilla, antes de llegar al puente a la izquierda, donde hoy existe un lugar de esos de luces rojas de carretera. Se llamaba el Polvorín del Blanquillo, y era una instalación alambrada, protegida con algunas torres de observación, creo que dos, aún existe una de ellas, y una dotación de soldados cambiante, de guardia en ella. Se componía de una serie de barracones rectangulares, separados entre sí, y alguno circular semienterrado.

Otro barracón y al fondo la torre del transformador

Siempre era misterioso conocer de joven esa serie de establecimientos, que conocían otros colegas de la mili, porque habían hecho guardia allí. Creo recordar que eran soldados de Artillería, porque era la unidad encargada de su vigilancia. En la época de la guerra de Corea, de películas patrióticas en la que el 7º de Caballería -entonces ya motorizada- de los yanquis, arrancaban las palmas de los chavales cuando mataban a los coreanos, igual que antes cuando acabaron con el pueblo piel roja, al que siempre la propaganda oficial nos ponía como los malos, cuando los verdaderamente malos eran los de azul y pañuelo amarillo. Siempre era llamativa una instalación que desde fuera parecía un campo de concentración.

Al fondo los depósito de la antigua Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos S.A

Pues bien, ese recinto cuando las unidades militares salieron de la ciudad, y se concentraron en Cerro Muriano y Obejo, no tenía razón logística de ser, y la munición de las dotaciones Permanentes de las unidades se trasladaron a ese gran complejo del Polvorín de El Vacar. Que antes no lo dije, pero ha sido siempre el repositor de las dotaciones Permanentes, era el gran almacén de la zona. Otro polvorín de esa índole estaba en Sierra Elvira (Pinos Puente) –ignoro si aún lo está- que cuando se iba en el tranvía hacía Granada se visualizaban sus chimeneas de aireación, pues los almacenes eran subterráneos, y los soldados en las garitas.

Vista aérea de la finca y la distribución de los almacenes

Cuando sucedió el citado traslado, y se abandonó el uso de las instalaciones como almacén de municiones, se trató de utilizar el complejo como lugar lúdico y veraniego, se construyeron  unas piscinas que el personal de las FF.AA. y sus familias podían usar en el verano. Esto no duró mucho tiempo. Después se subastó el terreno y tengo entendido que unos “industriales” gallegos, lo adquirieron con la intención de  instalar un Aqua Park. La cosa no cuajó, hoy está arrendado el recinto a una sociedad de cazadores. Hace unos días muy temprano, pues el calor no aconsejaba otra hora, lo visité, contacté por casualidad con D. Eugenio, al que pedí permiso para fotografiar aquello, este señor miembro de la sociedad, muy amablemente me invitó a pasar dentro, pero la cantidad de vegetación en la zona de las instalaciones principales me hizo declinar el ofrecimiento, teniendo en cuenta que mi calzado no era el apropiado para esa aventura.

He tratado de buscar fechas, algún documento que me permitiera conocer, precio de venta; cuánto tiempo estuvo en uso; anécdotas, que debe haber muchas; etc. pero estamos hablando de unos treinta años más o menos, un establecimiento militar y es difícil buscar. Pero algún lector, seguro, en sus tiempos de soldado, estuvo allí destinado haciendo la guardia pertinente, y lo más probable es que recuerde, que se activen sus recuerdos del lugar. Sin ir más lejos a la vuelta de hacer las fotos me encontré a Paquito, de la Armería y me dijo que él estuvo allí varias semanas destacado haciendo guardia. De todas formas un recuerdo para una instalación militar desaparecida, que se llamó el Polvorín de El Blanquillo.
Fotografías y vídeo del autor.

jueves, 25 de agosto de 2011

CASA DE CAMILO

Casa Camilo en la calle Morería 

La calle Morería es hoy una de las calles más importantes de la ciudad. No siempre ha sido así, Pío Baroja la citaba por boca de uno de sus personajes, en la Feria de los Discretos, allá por el 1868, como: 

“Casas de la Morería/trascastillo y Murallón,/ninfas, dueñas y tarascas, /Baratilleras del amor.” 

Hoy es moderna, de variado comercio, peatonal, vía paralela a Gondomar entre Gran Capitán y Tendillas. Antes estaba llena de recovecos y tacones. En ella situamos Casa Camilo, un “colmao”, el clásico establecimiento andaluz, donde además de salón o patio, contaba con reservados para escuchar el cante. Su máximo auge, después de nacer en el s. XIX lo tuvo en la primera década del XX, que es en la que situamos la historia. Cuando la reforma de la Plaza de las Tendillas.

Calle Morería por los sesenta del s. XX

Su origen, el de la taberna que nos ocupa, procedía del “restaurant” –aún no se llamaba restaurante- “El Nuevo Mundo, Restaurant”, que estaba ubicado en la calle San Álvaro, calle que también sufrió el alineamiento que la dejó como está hoy. Este establecimiento, que regentaba Camilo Sánchez Aroca, fue frecuentado por lo mejor del momento: Machaquito; el padre de Manolete; Ricardo de Montis; Carbonell; Sánchez, el comerciante; e incluso el artista Julio Romero, entre muchos.


Nuevo Mundo en calle San Álvaro

El Nuevo Mundo fue derribado y Camilo Sánchez Aroca murió. Su heredero y nuevo dueño, Gregorio Sánchez Aroca, lo trasladó a la calle Morería allá por el año 26 del s. XX., en honor a su tío, y en su recuerdo, le puso por nombre “Casa Camilo”. Eugenio Noel, el convencido escritor antitaurino y antiflamenquísta, que no flamenco, la frecuentaba. Una noche, después de una prolongada escucha flamenca, en la que tomaba notas para su libro “Cante Jondo”, le dijeron que había que cerrar, y dijo: 

—¡Por Dios, no interrumpan ahora estas soleares, cantadas por el maestro barbero de la Judería, Carreras, que nos transportan a lo más genuino de Córdoba! 

Advertido de que los “sifones” —como les llamaban por los cascos que tenían—, o Guardias de Seguridad, no perdonaban el pase de hora, continuó: 

—Entonces a la vista de lo dicho, la autoridad es la que manda y mañana podemos seguir.

Párrafo de Eugenio Noel referido a Casa Camilo

De Eugenio Noel, seudónimo de Eugenio Muñoz Díaz, que tomó el apellido de uno de sus grandes amores, la cantante María Noel,  dijo  Ramón Gómez de la Serna: 

"Noel es la figura representativa del escritor que pudo ser genial; pero el medio se empeñó en no dejarle, en hostilizarle, en hacerle vivir de precario".

En el 1995, el jienense Manuel Urbano, desentraña la acusada personalidad del escritor en el libro, editado por el Ayuntamiento de Córdoba, “La hondura de un antiflamenco, Eugenio Noel”.

Portada del libro de Manuel Urbano

En otra taberna famosa de Córdoba, la de la Mezquita de Manuel Criado, en la calle Cardenal Herrero, que frecuentaba el escritor -a la que se acercó, por su amistad con el maestro barbero citado, cantaor de flamenco amateur, y que tenía al lado de la taberna, su barbería-, bautizó el tabernero Manuel Criado, uno de sus barriles de vino con el nombre de Noel, que la gente pronunciaba Noé como el del Arca.

Calle Morería, agosto 2011

Frente de Casa Camilo estaba, el restaurante de Casa Miguel Gómez, que después fue Ivory por el 1959, de los hermanos Peña, en esquina a Marqués de Boil, del que se ve su esquina en una de las fotografías. En este restaurante estuvo trabajando el famoso Pepe Aroca, de casa Pepe el de la Judería. También estuvieron en esta calle los establecimientos, La Oficina; Retumba; Chatín, que después se llamó La Verdad; Rancho Grande, y  Pelu. El nombre de la calle, lo atribuye D. Teodomiro Ramírez de Arellano —sin un gran esfuerzo—, a las familias árabes que allí vivieron tras la ocupación de Fernando III.


Manolo Carreño, en sus Memorias Tabernarias, que escribía para Diario Córdoba, decía en 1988 sobre la Taberna de Camilo:

"Entrando por la calle Cruz Conde, a la mano derecha, frente al antiguo y de fama mundial restaurante de Miguel Gómez se encontraba esta taberna. La regentaba un sobrino del llamado Camilo, de nombre Gregorio, hombre servicial y callado que ofrecía con agrado sus vinos y aperitivos mirando por encima de unas gafas de armadura metálica, que sostenían sus aguileña y afilada nariz. Digna del famoso soneto quevediano.


Allí había un hermoso patio y muchos reservados propicios para reuniones y amoríos pasajeros. Era frecuentada por tratantes de ganado, enófilos constantes, empleados de banca, oficinistas y comerciantes. Taberna tranquila, sin alborotos ni molestias. Todo era callado y suave como la brisa: sólo se oía un viejo fonógrafo de cuerda con el compás de un tango lastimero y sentimental que estaba de moda en aquel tiempo; y también el agrio chirrido de las canillas de madera de abrirse para dar salida a las soleras.


Yo la frecuentaba en mis años de bachillerato con otros compañeros de curso y siempre tuvimos mucho respeto al señor Gregorio, con aquella mirada de jesuita observador. El inmueble era propiedad del arquitecto Enrique Tienda, que la derribó para construir una nueva edificación; por cierto, que en las excavaciones para cimentar se halló una magnífica estatua romana que Tienda conservaba en su nueva vivienda.


No era extraño encontar mosaicos y restos romanos por estos lugares que, según Luis María Ramírez de las Casas Deza, se ubicaba el sector aristocrático de la Córdoba romana.


Esta taberna, como tantas otras, pasó como el viento, yo le dedico este pequeño recuerdo, con el sentimiento de no poder volver a vivir aquellos ya idos."

Fotografías de Córdoba de Ayer a hoy, de Fco. Solano, Cordobapedia y del autor.
Bibliografía de Cordobapedia y el citado libro.

miércoles, 24 de agosto de 2011

EL CASO RARO QUE OCURRIÓ A UNOS QUE FUERON UNA NOCHE DE RONDA

La mujer bien puesta

Dice el Libro de los Casos Raros, sobre un suceso que ocurrió en el horno de la Puerta de Baeza a unos jóvenes que la corrían todas las noches. En  la página 86, del volumen segundo, con el número 50 recoge el caso.

“SUCESO QUE OCURRIÓ A UNOS QUE FUERON UNA NOCHE DE RONDA

Salieron varios amigos una noche de ronda como acostumbraban con frecuencia, y después de haber recorrido muchas calles tocando y cantando, propuso uno de ellos ir  a comer una torta a un horno que había cerca de la Puerta de Baeza donde las hacían muy buenas. Fue aceptada la propuesta y se dirigieron al horno. Después de haberlas comido, y bebido muy bien, y con mucha broma y alegrías al salir se encontraron con una mujer bien puesta, a la que dirigieron algunos galante requiebros, y ella no haciendo de pencas les invitó a que fuesen a su casa y se dirigieron a ella.


Venid a mi casa

Después de haber andado varias calles, llegaron a una casa principal, entraron y la señora les rogó se sentaran en tantas sillas que allí había, únicamente, como eran los que habían entrado diciéndoles que ya volvería.

Pasó un cuarto de hora, pasóse media hora y más; y viendo que no parecía trataron de explorar la causa de su tardanza. Levantóse uno de ellos, empujo la puerta de la sala más próxima, y vio ¡Quién lo creyera! Una capilla mortuoria en que había un cadáver colocado en su ataúd sobre una mesa alumbrada por varios cirios, y un acetre a los pies de una mesa. Horrorizado con la vista de aquel espectáculo que vieron los dos, salieron corriendo a la calle, y se hallaron en la puerta del horno donde habían comido las tortas y visto a la mujer.


El velatorio

Llenos de espanto y de admiración con aquel suceso se retiraron a sus casas, detestando las salidas de ronda y las aventuras nocturnas.”

Y he aquí el mensaje: Sí sois buenos, no hacéis botellón, no cantáis y no salís de noche, no os saldrá al paso ninguna hermosa dama que posiblemente fuese la muerte.

Fotos de la red
Bibliografía de los Casos Raros de la ciudad de Córdoba

lunes, 22 de agosto de 2011

DOÑA MENCIA

Cabecera de la Web de Juan Guijarro

La primera vez que fui a Doña Mencía, lo hice con mi amigo Juan Guijarro, que es oriundo de allí. Me enseño su pueblo con orgullo, e incluso donde trabajaba con su padre en el olivar, que señaló con un tono de nostalgia, porque lo había perdido hace mucho tiempo, cuando era joven, luego cuando me tocó perder al mío, también ese día estaba Juan, pero forma parte de otra historia. Me llamó la atención la acentuación en la e de Méncia, que nunca le pregunté, Me contó las historias del castillo y el pasadizo por el arco para llegar a la iglesia, que como en todos los lugares tiene su pizca de misterio.

Castillo

Otra vez coincidimos casualmente allí, yo estaba en un festival flamenco en el que actuaba Gabriel, y salí a la calle, entré a un bar, creo que a comprar agua y allí estaba Juan. Le pregunté:

 —¿Juan que haces aquí. —le pregunté: 

Iglesia de la Consolación

–¿Qué haces tú? este es mi pueblo. —Me contestó. Nada más razonable. Lo verdaderamente raro hubiera sido encontrármelo en Santillana del Mar, por decir un pueblo cualquiera.

Castillo y arco

Hoy hemos visitado Doña Mencía, —yo acentúo la i y no sé si es correcto o no aún—, nos hemos mareado un poco, por aquello de mí deterioro neuronal y no haber preparado la visita adecuadamente. Todo fue como siempre, improvisado. Una vez realizadas las fotografías, aquella en la que tenía interés, llamamos a mí amigo Juan y seguramente tenía el teléfono apagado, porque la señora de Movistar me dijo que le dejará un mensaje, que te cobran bastante bien, y que no dejé.

Torre norte

Utilizamos la ruta de Nueva Carteya, a la que desde Espejo nos incorporamos, entre ese mar inmenso de olivares, de entre los que destacan los del la finca Llanos de Banda, que aunque es del término de Castro del Río, se pasa por ellos. Pues bien fotografíe con un ambiente nublado, que daba una pobreza de luz no óptima, me cabreé con los coches, que hay hasta en la sopa, y que te impiden una fotografía limpia.

Torre del Homenaje desde la calle Llana

La villa parece deber su nombre a la esposa de uno de los capitanes de Fernando III. D. Alvar Pérez de Castro, que se llamaba Doña Mencia López de Haro. El emplazamiento es privilegiado con la serranía Subbética en su flanco sureste. Juan Valera la inmortalizó en varias de sus obras y era un enamorado de ella, la mencionaba como “su tierra” o “su lugar”. Partes de sus textos configuran la Ruta Valeriana que recorre los sitios citados por el famoso escritor. Sus vinos “insuperables, siendo admirables por su aroma, limpidez y sabor”, como dijo Azorín. 

Esquina de la calle Llana

Pertenecía a Baena y su independencia municipal la obtuvo en el siglo XVII. Llegamos a la Iglesia de la Consolación, parece que la primera construcción data de 1420, y está en la cercanía del Castillo, luego en el siglo XVIII erigieron una nueva y en 1932 la destruyó un incendio. Hoy es el auditorio al aire libre, lugar que cité anteriormente relativa a la vista a un festival flamenco.

Patio de armas del castillo

El castillo lo levantó Diego Fernández de Córdoba en el s. XV. Se integra en el caso urbano. Tiene torres cilíndricas en sus ángulos y cuadradas en sus flancos. No obstante data de otras épocas anteriores. En época tardorromana, allá por el s. IV y luego en la visigoda. En el s. XIII la Orden de Calatrava levantó una atalaya. Los Fernández de Córdoba en el XV para alojar más cantidad de tropa. Luego fue granero, molino, etc. hasta el s. XX que lo ocupó una congregación de religiosas.

Edificación adosada al paño sur

La calle Llana, es una de las más antiguas de la villa, parte de las murallas del Castillo y una de sus torres principales, en cuya cara que da a la calle, tiene una hornacina de la Virgen de la Cabeza. Calle donde se edificaron sus casas los ilustres del pueblo, en ella se conserva la casa de los Alcalá Galiano y de Valera. Y en líneas generales ha sido la cota visita de una hora, más o menos, a una ciudad cercana a la capital llena de encantos, que merece la pena visitar.



Fotografías del autor Cabecera de la Web www.jjguijarro.blosspot.com
Bibliografía de la Web municipal.

sábado, 20 de agosto de 2011

EL PANDERETE DE LAS BRUJAS

El Gran Cabrón de Goya

Entrando desde la calle de la Puerta de Baeza o actual de Santiago, por la calle de los Ravé, lo primero que se encuentra uno es una plazuela, donde estaba el cine de verano, que se llamó en la antigüedad el Panderete de las Brujas, sitio que en la noche muchos se guardaban de pasar, y si no tenían más remedio lo hacían con bastante recelo. Decían que allí se reunían las brujas, y luego de bailar al son de una pandereta, cada una de ellas volaba al lugar designado por la principal. 

Muchas eran las historias, fruto de la ignorancia, aunque no existe prueba de ninguna de ellas, sólo la difusión popular de las mismas, posiblemente por la ignorancia. Si parece que allí vivió como en la calle del Tinte una adivina, que utilizando algún ungüento aderezado de ceremonia averiguaba cosas de los incautos. Hasta que parece que entró de lleno la Inquisición y la detuvo averiguándola a ella.

Plano de la zona

Andrés Laguna, médico de Felipe II, había realizado un informe diciendo que los embaucados que decían haber estado con el diablo, eran incautos a los que habían dado un alucinógeno que les hacía ver cosas durante el sueño. Que después de mucho consiguió la confianza de una de ellas y experimentó con el bálsamo que le vendió. Primero lo analizó y descubrió que estaba compuesto de las más variadas plantas. Luego lo untó a una criada suya, y se quedó toda la noche a su lado no observando nada más que un sueño agitado. Ella sin embargo a la mañana siguiente contó una serie de viajes que había hecho, y sitios extraños donde había estado, lo que corroboraba sus sospechas.

Luego lo experimento en si mismo comprobando el tipo de ensueños que generaba el producto, aunque por precaución había utilizado muy poco aceite. Ello le hizo defender a los pobres que confesaban ante la Inquisición, determinadas barbaridades, fruto de las alucinaciones, defensa que le hizo estar cercano a la acusación de brujería, y que lo salvó la cercanía con el monarca.

Pandereta


La adivina de la Calle del Tinte 

Cuenta D. Teodomiro Ramírez de Arellano que, en la calle del Tinte había una “adivina” y que tres amigos quisieron conocer a la que consideraban una embaucadora. Fueron un día a su casa y se asombraron por tener que esperar cola en el portal, había bastante gente esperando conocer su futuro.

Aquelarre de Goya

Al final entraron los tres diciendo que era el mismo asunto el que tenían que tratar. La habitación era pequeña con una mesita en el centro, tapada con un paño carmesí y dos velas amarillas encima. La señora se soliviantó diciendo que, como siendo tres llevábamos la misma consulta, se imaginaron que estaba teniendo en cuenta el importe de una consulta para tres. Le dijeron los amigos que les habían robado un caballo de un costo de 5000 reales y querían saber su paradero, Sacó una baraja sucia, echó las cartas sobre la mesa y después de invocar una serie de augurios dijo: 

"-Ya está aquí; no puedo revelar el sitio donde está el caballo, pero les aseguro que quien lo ha robado les debe muchos favores que ha pagado con su ingratitud, y que pronto lo soltará en un sitio donde lo recogerán sin problema."

Vista aérea actual de la calle Ravé.

Esta fue la aclaración de la echadora de cartas, no es sino un refugio de incautos que van a escuchar lo que quieren oir, y la “adivina” tiene unas dosis de psicología de calle bastante buenas, aunque en este caso no había caballo. Pues bien, una cosa así debe ser el origen del Panderete de las Brujas.

Nota: El RAE define como “panderete” a una pandereta, instrumento musical de percusión; un tipo de tabique de ladrillos verticales; y un encuentro de dos naipes preparado con fullería. Como curiosidad, un amigo de la red, el Dr. Mabuse, vivía en la calle Ravé y en el cine de verano citado, se fraguó el amor de sus padres.

Bibliografía: D. Teodomiro Ramírez de Arellano.
Fotografías: Cuadros Aquelarre y el Gran Cabrón de Goya 

jueves, 18 de agosto de 2011

LOS PICONEROS

Preciosa foto del AMC de una piconera pasando el puente

Córdoba tiene en su historia unos personajes, los piconeros, que podríamos decir son exclusivos de nuestra tierra, aunque no sea así del todo, pero que han tenido un arraigo popular y anecdótico muy importante. Lamentablemente ya han desaparecido por las razones lógicas del progreso. Su peculiaridad era muy diferenciada, formas de vestir, costumbres, e inclusive el argot utilizado por ellos era peculiar y exclusivo.

Tenían hasta un pasado ilustre, que partía de la gesta que comandada por Jurado de Aguilar, realizaron en la batalla contra Pedro I de Castilla cuando quiso conquistar la ciudad. Con nocturnidad, premeditación y alevosía, se internaron entre los enemigos, en terrenos del Campo de la Verdad e hirieron con sus hocinos los rejones de las caballerías, contribuyendo al desconcierto y caída de las mismas y sus jinetes, hecho por lo que se le concedió a ellos y a su descendientes la categoría de ilustres. Una calle los recuerda; Batalla de los Piconeros.

Tenían una conseguida fama de honradez, de costumbres arraigadas y también fuerte religiosidad. Trabajadores por excelencia dentro de su precariedad, orgullosos de ser piconeros, de haberlo sido sus padres e incluso sus abuelos, y de que sus hijos heredarían su oficio ancestral. Sin saber el motivo, los barrios que los acogían eran Santa Marina y San Lorenzo. Grandes y humildes casas de vecinos, de floridos patios, a imitación de la cercana serranía cordobesa, eran sus  viviendas que compartían con un elemento esencial en su trabajo el borrico.

Uno de los últimos piconeros: José Pérez de la Haba

Su vestimenta característica, como la describe De Montis: “usaban un traje especial: camisa de tela de color, chaqueta y chaleco de paño burdo, calzón corto con los perniles abiertos por abajo, polainas de cuero, faja encarnada de la que pendía el hocino cuando no lo llevaba colgado del aparejo del burro y sombrero cordobés, con las alas caídas para resguardar el rostro de los rigores del sol en el estío.”

Acentuación especial en su forma de hablar, con la utilización de unas pausas y cambio de palabras, “dir” en lugar de ir, por poner un ejemplo, aspiración de las haches, que sonaban como jotas en una clara demostración de la herencia árabe. Sin embargo a pesar de todo lo expuesto, lo que más los identificaba eran los motes que, como sabemos eran heredados de sus ancestros, y legaban a sus sucesores, que incluso anulaban sus nombres verdaderos, los del Registro Civil. Si no que mejor ejemplo ¿sabe alguien como se llamaba realmente el Pilindo, el Manano, Botines o el Retor? entre otros muchos. Seguro que no, pero el apodo era su carnet de identidad.

Eran ocurrentes. El anecdotario de nuestra ciudad está plagado de dichos y ocurrencias de estas personas. Su trabajo era duro, tanto en invierno como en verano de madrugada subían a la sierra con sus borricos y sus herramientas. Pellejo con agua para el picón, la horquilla, instrumento metálico para remover el producto, botija con el agua para beber, la comida, el hocino que los hizo ilustres, y sus borricos. Llegados al lugar preparaban la leña y a hacer la “piconá”. No se tiene en cuenta la labor de limpieza que efectuaban, y el cuidado que tenían del monte.

Un carbonero

Luego al atardecer, la vuelta, carga de las haldas de los borricos, con escamochos tapadas, atirantada la carga y bajar a la ciudad, contentos pues como decía la copla: 

“/La cuesta del reventón, la suben cantando para hacer picón./ Desde aquí a Piquín, hay mucho jaral,/ si no viene el guarda, habrá un buen jornal./” 

Una serie de circunstancias se debían dar para que el pan llegara a la familia. El elemento de los propietarios de los cortijos, ajenos a la labor de cuido que le hacía estos profesionales, los perseguía, quitaba su trabajo e incluso maltrataban por sus secuaces a sueldo. Esto no es nuevo, explotadores y explotados, siempre es lo mismo. Perros de hortelano.

Sus grandes valedores eran dos rafaeles, cordobeses también por excelencia, el Arcángel, del que eran fieles seguidores, y Molina Sánchez “Lagartijo” el torero, del que eran también, fieles admiradores. El anecdotario, las trastadas que les hacía  eran sonadas, aunque también las compensaciones eran sustanciosas. El Pilindo fue a ver al torero cierto día, para ver si le podía dar una recomendación par hacer picón en un lugar en el que nunca los dejaba la Guardia Civil, seguro que siguiendo instrucciones del propietario de la finca.

—Don “Rafaé” que “mos” gustaría que a ver si “osté” puede darme una recomendación para la finca de D. Agapito, pues siempre “nosechan” de allí los guardias.

Rafal Molina abrió el cajón de la mesa de su despacho y le dio un sobre cerrado con un papel dentro. Pilindo orgulloso se marcho no sin antes hacerl una serie de reverencias y darle las gracias repetidas veces. A la mañana siguiente empezó el trabajo en la finca, y no había cortado apenas leña cuando la Guardia Civil llegó.

—Aquí no se puede hacer picón, es que no lo sabes. —dijo uno de los guardias.

—Sí que se puede “señó” guardia. —le contestó el Pilindo con cara de satisfacción y sacando del morral la carta de D. Rafael Molina y entregándolo al guardia. —Aquí tiene “osté”.

El guardia al abrirlo encontró unas entradas para los toros, para la plaza de los Tejares. Difícil es explicar la cara del Pilindo, y más aún fue convencer al guardia de que había sido una broma del torero, para que no considerara que era un intento de soborno. Lo que no cuenta el anecdotario es si se quedo la pareja con las entradas de la broma.

En otra ocasión, el torero, le regaló al Manano una capa de categoría, ya que la suya era además de fina un poema de zurcidos y rajas por las que entraba frío y salía el poco calor del piconero. Luego quedó con unos amigos para que a la noche cuando el Manano saliera de la taberna para la casa, lo asaltaran y le quitaran la capa. Los cómplices de Lagartijo, se apresuraron a planear la broma y una noche lo esperaron en un calleja, diciéndole, a la vez que lo apuntaban con sendas pistolas:

—¡La capa o la vida! —Como era lógico el piconero no ofreció resistencia ante la presencias de las armas, con parsimonia se desembozó y entregó el paño a los asaltantes, que iniciaron la fuga. El Manano le gritó entonces:

—¡Amigos, amigos! ¡Esperen un poco! —las voces hicieron que los ladrones pararan un momento su huída y entonces añadió el asaltado —Es que les voy a dar un real “pa jilo”.  —Ni que decir tiene que no llevaba la capa nueva.

Cuentan, que en otra ocasión se encontró a varios y se los llevó a un restaurante selecto de la ciudad. Pidió la carta que dieron a cada uno de ellos. Él eligió lo suyo y ellos preguntaban:

—Don “Rafaé” ¿esto “pa” que sirve? 

—Cada línea de lo escrito es un plato —les dijo— así que pidan lo que quieran.

Ellos ni cortos ni perezosos dijeron al camarero: 

—Tráiganos “osté ende” aquí hasta “quí” —señalando las cinco primeras líneas, ante la extrañeza del camarero porque eran cinco distintos tipos de sopa.

Luego está la conocida anécdota del chocolate, los llevó a una cafetería, no sin antes haber avisado disimuladamente de  que el suyo se lo pusieran frío, y pidió chocolate para todos. El torero cogió su taza y se la bebió de un trago, diciéndoles: 

—¡Ea, vámonos! 

Ellos imitaron lo visto y claro se achicharraron la boca. Y decían haciendo gestos entre de admiración y dolor:

—¡Don “Rafaé”, “tie oste” el gañote “forrao” de lata! 

El torero en el ánimo de calmarles la quemazón, les pidió unas gaseosas, con la mala fortuna que a uno de ellos le generó la gaseosa vómitos.

—¿Qué te pasa? —le preguntó al afectado.

—¡Qué quiere “osté que me pase. Que se me “orvió” comerme el tapón de la botella y “mesestá” saliendo la “bebía”.

Eran muy ingeniosos. Sobre ellos hay escritos algunos libros muy interesantes. Y en su momento inspiraron versos a poetas cordobeses como Julio Eguilaz y los Valdelomar, así como a Enrique Redel y otros poetas, e incluso una zarzuela costumbrista. Y otros más actuales que merece la pena leer.

Cartel de la becerrada delos piconeros 17/07/1955

Como en un sueño, recuerdo haber estado en la becerrada de los piconeros con mi padres, lo que más me sonaba era el sorteo de la casita, Villa Pepita, en la calle Marqués de Cabriñana de la Colina de la Paz, porque allí vivía Maruchi. Nunca pude averiguar si le tocó a alguien y que casita era, la propaganda decía 170 metros y jardín y creo que no era en una sola becerrada el poder optar a ella. El cartel: Chato Gerardo, Ojos Negros, Cara Ancha, y El Ronco, la fecha 17 de julio, domingo –víspera del diecinueve  aniversario del fatídico día- de 1955. 

Recuerdos también de los piconeros de mi barrio, Juanito el piconero, el Bizco, y alguno más. Muchos se reciclaron después con el petróleo, la mayoría desapareció. Hablo en este caso los vendedores, tiznados, destacados los ojos, boca y orificios nasales, como africanos sin serlo, no de los productores de la materia prima. Luego los braseros de picón, o la simple lata de atún utilizable como brasero. Había que tener cuidado el conocido “tufo” cuyas emanaciones eran peligrosas, yo precisamente me intoxique en cierta ocasión, afortunadamente me dolió la cabeza antes. El diagnóstico: 

—Este se ha “atufao” un poco. 

Pienso muchas veces que aún no se le ha quitado a uno el atufamiento, a pesar de haberse caído muchas hojas del almanaque.

Fotografía de un grabado llamado La Ribera, que amablemente ha facilitado Enrique rc

Bibliografía R. de Montis, Cordobapedia.
Fotografías AMC y Cordobapedia, otras de la red de autor desconocido.

martes, 16 de agosto de 2011

CASO DE DON SANCHO DE HERRERA: PRETENSIÓN QUE HIZO A UNA PREBENDA DE LA SANTA IGLESIA DE CORDOBA, Y FIN QUE TUVO ESTE ASUNTO

Silla del coro con el retrato

Otro de los "Casos Raros ocurridos en la ciudad de Córdoba" fue el que, durante un año estuvo en una silla del coro el retrato de Sancho de Herrera, una vez muerto por una bula del Papa Clemente VIII (no tiene nada que ver con el del Palmar). Dice el caso al que se le debe de tener el respeto de otra historia llena de imprecisiones.

"Hubo en Córdoba por los años de 1582 un hidalgo llamado Sancho de Herrera, nieto del Jurado Pedro de Herrera, hijo natural de la casa de Belmonte. Su padre para que se mantuviese con más decencia lo envió a Roma a la pretensión de alguna baja eclesiástica, que a poco de su residencia en la Curia se le confirmó por el Papa Clemente VIII una prebenda de la Iglesia de Córdoba. 

Vínose el D. Sancho a la casa de sus padres, y presentada que fue la Bulla al Cabildo, se nombraron informaciones para la recepción del nuevo Prebendado. Hechas que fueron las pruebas y entregadas al Cabildo para su información aprobación y lectura, un vecino de dicha ciudad hizo sabedor a uno de los señores de cómo el D. Sancho descendía de un bastardo de lo que resultó que el Cabildo dispuso que no se le diese la posesión de la prebenda. El pretendiente con la noticia procuró vindicar el honor de sus antepasados, no solo en dicho particular, si también en otros que se habían hallado, y para ello hizo una fortísima probanza ante la justicia de Córdoba, por la que manifestó la limpieza y calidad de sus padres; porque aunque era el D. Sancho nieto de un natural, su abuelo era de la ilustrísima casa de Córdoba, y la abuela de familia hidalga y principal, cuya información y demás documentos corren aún en la ciudad impresos. Pero nada de esto bastó, porque muchos del Cabildo no se desimpresionaron de la especie en que estaban imbuidos. 

Con este motivo se partió para Roma el D. Sancho, y hecho cargo su Santidad de lo acaecido, espidió bula por la que mandó al Cabildo diese posesión de su prebenda al D. Sancho. Vínose a Córdoba y del movimiento de tan dilatado camino le sobrevino una enfermedad de la que murió. 

Los señores del Cabildo se alegraron porque pensaron haberse concluido el asunto; pero les salió muy al contrario; porque el padre de D. Sancho sentido de la muerte de su hijo, y de la terribilidad del Cabildo, recurrió a Roma esponiendo todo el hecho, apersonándolo con otras instrucciones que esforzaban su demanda, y en su virtud se despachó nueva bula, por la que se mandó a dicho Cabildo y al ilustrísimo obispo bajo de gravísimas penas, que atento a habérsele hecho las pruebas al D. Sancho de Herrera, y haber muerto sin tomar la posesión de la prebenda, que en un día festivo fuesen leidas en el Crucero en uno de los púlpitos para que llegasen a notica de todos, y que se retratase a D. Sancho y lo pusiesen en el coro, en la silla que le correspondía, y que en ella se mantuviese el retrato por espacio de un año, y en el tomare los frutos y rentas de la Prebenda y que pasado, se quitase el retrato, quedando vacante la alhaja. 

Pusose en ejecución lo mandado, y las pruebas hechas al Prebendado difunto se leyeron en la forma y lugar acostumbrado determinado siendo cosa de admirar, que como el Secretario las iba leyendo, los Prebendados de el partido opuesto se levantaron sin temor de Dios ni al Papa diciendo en altas voces: Eso es mentira, -causando tal confusión en la Iglesia que no se podía percibir lo que leían, y acabadas que fueron, se colocó el retrato de D. Sancho en el coro en la silla que le tocaba, en la cual permaneció el tiempo señalado por su santidad. Y por este medio quedó desagraviada la familia, que tan las timada estaba.”

En principio hay un error de fechas en el caso, bueno más bien falta de precisión. Cita el año 1582 como que hubo un hidalgo llamado Sancho de Herrera, y que su padre lo envió a Roma, hasta aquí todo correcto y a poco de su residencia en la Curia se le confirmó por Clemente VII la prebenda. Este Papa tomó posesión en 1592.

Clemente VIII (Ippolito Aldobrandini )

Cuando es nombrado papa Clemente VIII la diócesis de Córdoba que estuvo vacante desde 1591 hasta 1593, año que entró Jerónimo Manrique y Aguayo, y le sucedió Pedro Portocarrero en 1594 hasta 1597

El Papa Clemente VIII, tuvo que enfrentarse a una lucha entre jesuitas y dominicos, que se sucedió por la publicación de una obra del jesuita Luis de Molina " Sobre la concordia y el libre albedrío con los dones de la gracia", e instauró para solucionar el problema, en 1597, la "Congregatio de auxillis gratia" que estableció que cualquier publicación debería contar con la aprobación del Santo Oficio. Estos prologos aprobatorios los hemos visto en muchas publicaciones del momento. Tuvo también una pugna con Felipe II que ya estaba sin ganas de guerrear, y que quiso controlar el papado antes de la elección de este. Luego Clemente se anexionó Ferrara para los Estados Pontificios. Para no perder la costumbre, a Dios rogando y con el mazo dando.

Bibliografía Casos Raros de la Ciudad de Córdoba
Fotografías de la Red.

lunes, 15 de agosto de 2011

LA LEY DEL DIVORCIO

Alegoría del autor de la ruptura de la "affectio maritalis"

Tal día como hoy 15 de agosto, entró en vigor la segunda Ley del Divorcio en España, después de la Ley de Divorcio de 1932 —anulada por los fascistas cuando ganaron la única guerra que ha ganado nuestro ejército, bueno también se ganó la invasión contra los cabreros en el islote Perejil—,  que fue una de las leyes de divorcio más avanzadas de la Europa de la primera mitad del siglo XX.


“Armadas con panfletos y con la energía que procura saberse luchadora por una causa justa, las sufragistas españolas -logrado ya el voto femenino según el artículo 36 de la Constitución de 1931-, peleaban -cuando se tomó la foto- por la auténtica igualdad entre sexos. La República colmó parte de sus demandas, como la ley del divorcio. De Mundo.es”


Tiene poco que decir que duró prácticamente cuatro años, disolviendo el gobierno faccioso los matrimonios y divorcios efectuados con arreglo a la citada Ley de la II República. Luego la oscuridad de una nueva Edad Media se cernió sobre España, y tuvieron que pasar 45 años, casi medio siglo, para que en 1981, Fernández Ordoñez (el hermano del listo del Banco de España), llevará a las Cortes la Ley 30/1981.

Carmen de Burgos

Y después, el 8 de julio de 2005, se aprobó la modificación a la citada ley 30/1981, con la Ley 15/2005. Es decir 73 años después de aprobada la Ley de la II República. En suma, se enciende la luz para el problema de muchos matrimonios en 1932, una brillante luz, se apaga 4 años después, y nos envuelve la más negra oscuridad 45 años, luego se vuelve a encender en 1981, se mejoró su luminosidad en 2005, y afortunadamente alumbra aún hoy, mañana no sabemos qué pasará.

Publicación de la Ley del 1932 (www.todocoleccion.net)

En total, al día de hoy, 79 años desde la aprobación en 1932, 45 de oscuridad y 34 de luz, más o menos brillante. El mundo no se ha deshecho, los que se rompían las vestiduras se han tenido que quedar con ellas rotas, pero aún nos quedan 9 años para llegar a superar los 45 del periodo de oscuridad.

Algunas referencias interesantes:

sábado, 13 de agosto de 2011

PLAZA DE TOROS DE LOS TEJARES

Plaza de toros de los Tejares

Sin entrar en disquisiciones taurinas, toros  sí, toros no, que no es la cuestión, los toros tienen en este país una larga tradición igual que la religión, cuyas iglesias y conventos están ahí y forman parte del entramado e historia urbana.

Placa de azulejos desde la acera (anverso), conmemorativa del 150 aniversario.

La referencia a la Plaza de Toros de los Tejares es una placa vertical, con azulejos en ambas caras de F. Rivas, en un poste que instaló el Ayuntamiento de Córdoba en 1996 su 150 aniversario. La plaza de Toros de Córdoba, que forma parte de la historia reciente de esta ciudad, estuvo vigente 120 años, que son años. Don Teodomiro Ramírez de Arellano, gaditano de nacimiento y cordobés de condición, decía de ella que era “una de las más lindas de España”.


Postal cuando estaba en el cruce la estatua del Gran Capitán

“La plaza de Toros

En la calle de los Tejares está la plaza de toros, una de las más lindas de España, aunque no de las mayores. Ya saben nuestros lectores la afición de los cordobeses a esta clase de espectáculos, los que han realizado en el Campo de la Merced y en las plazas de la Magdalena y Corredera.

Esto hizo concebir al impresor don Joaquín Manté, hombre muy emprendedor, el pensamiento de construir una plaza de toros, para la que formó el plano el arquitecto don Manuel García del Álamo, y reuniendo una sociedad de cien acciones se adquirió el terreno de la huerta de Perea, que vendió su dueño don José Severo García, construyéndose la plaza, que se inauguró la víspera de la feria de Nuestra Señora de la Salud de 1846, en que mataron los espadas conocidos por el Barbero y Cúchares, quienes recibieron muchos y merecidos aplausos. El 8 de septiembre siguiente mató el célebre Montes, y después han trabajado todos los diestros de más fama.

En la tarde del día 15 de agosto de 1863 hubo una novillada, y a la noche, como a las diez, advirtió el guarda que la plaza estaba ardiendo, sin que se explicase el motivo. Las campanas lo anunciaron, y bien pronto acudieron las autoridades con todos sus dependientes, los bomberos, los individuos de la sociedad y multitud de gente, sin que se pudiera cortar aquel devorador elemento, que en menos de dos horas consumió toda la parte de madera, que era bien vieja, por haberse aprovechado parte de la de los derribos de los conventos del Espíritu Santo, San Cayetano y Capuchinos.

Algún tiempo estuvo la plaza convertida en ruinas, hasta que la sociedad, siendo presidente don Andrés de la Oliva, dispuso reedificarla, para lo que se echaron varios dividendos y se encargó la nueva obra al arquitecto don Amadeo Rodríguez, quien la llevó a feliz término, empleando todas las bóvedas y hierro posible, a fin de evitar que un nuevo incendio hiciese los estragos del que había dado lugar a la destrucción del primitivo edificio. Ya reedificada se estrenó de nuevo en la feria de1868.

El afán de mayor número de entradas hizo suprimir los pasos de las galerías al tendido, sustituyéndolos con unas subidas por entre barreras. Esto dio lugar en la primera corrida de la feria de la Salud de 1874 a una terrible desgracia. Estaba lloviendo. Una pobre mujer, vecina de Lucena, quiso salirse de la plaza, yendo por detrás de la barrera, cuando casualmente la saltó un toro, cogiendo a aquella infeliz, a quien dio dos terribles cornadas e hiriendo a un municipal que con ella se atravesó a escapar por un burladero. Esto ha hecho que se vuelvan a abrir las antiguas entradas al tendido, accediendo a las indicaciones de la prensa y del público en general que así lo pedía.

La plaza de toros tiene cabida para más de 10.000 personas en el tendido, grada cubierta, asientos de barandillas, ídem de antepecho y 85 palcos, todo bien acondicionado. De modo que a pesar de no tener puertas más que a los Tejares se desocupa pronto y con facilidad.

Aérea desde el norte

Otro episodio trágico en la plaza, sin contar los naturales de los profesionales, fue en una becerrada de la Mujer Cordobesa en 1961, que se cayó una barandilla y murieron dos mujeres y otras seis resultaron con heridas de consideración. Todo fue por ver a Manuel Benítez “El Cordobés”. La plaza se cerró el 18 de abril de 1961, El Puri, Sánchez Fuentes y José María Susoni fue la terna del cierre. Once toreros consiguieron el doctorado en esa plaza. Y al final la operación urbanística más importante de los sesenta, la instalación en el solar de Galerías Preciados. Parte de la arena en un acto simbólico fue extendida por la nueva plaza.

Plaza de los Califas

En ella no solo se efectuaban espectáculos taurinos, sino de otra índole. Allí vi a los Harlem Globetrotters, con mi tío Pepe; mi primer sueldo, seis pesetas, que me pagó el orfebre Paco Díaz Roncero, fue lo que me costó la entrada para ver al Sansón de Siglo XX; hubo también una actuación de la Sansona; muchas veladas de boxeo las vi con mi padre, y amigos; y de lucha libre; en el cine de verano, en gradas, era muy habitual para los nenes y curioso, ver la película por detrás de la pantalla, todo al revés; también hubo un espectáculo muy hermoso, Holiday on Ice; y como no, las famosas nocturnas con el acicate de llevarte el premio final. Mi madre le decía a mi padre cuando íbamos a ellas: -Pepe si nos toca el premio le tendremos que decir al Guardia de Seguridad (Policía Armada), que nos acompañe a la casa para no ir con el dinero por la calle, y luego se le da una propina. Te podía tocar una máquina de coser, o cinco mil pesetas, primero empezaron por mil pesetas en la posguerra, a última creo recordar que un seiscientos

En el museo taurino, estaban dos toros que allí murieron, Calzonero, que  tomó 23 varas y mató 8 caballos, y Primoroso que tomó 29 varas y mató 15 caballos, el primero en 1857 y el segundo 1875. Tenían que salir a por los caballos de los coches que estaban en la calle y comprarlos. Hay que decir que en aquellos tiempos al toro lo tenía que sujetar el picador a fuerza de brazos, y los caballos no tenían peto. No es igual que ahora que están protegidos por el peto y el picador lo varea cuando ya han topado con la protección.


Palmeras que aún están en Ronda de los Tejares


Lo que queda de recuerdo de la Plaza de Toros de los Tejares, que fueron testigos de la salida a hombros de muchos toreros por la puerta principal, son dos palmeras, que no se quitaron del acerado, y que pueden verse como han crecido en una foto actual y la placa en la acera.

Placa de azulejos desde la acera (reverso), conmemorativa del 150 aniversario.

Hubo también una Comisaria de Policía cerca de la puerta de Sombra, en la que se expedían los primeros documentos de identidad. En la fotografía aérea desde el norte, se puede ver el edificio del Instituto Nacional de Previsión un “rascacielos” de su tiempo que, junto con el de Rodríguez y Hermanos y el de Victoriano Villar, fueron los tímidos comienzos de los edificios de altura.

Nota: Como rectificar es de sabios se ha incluido la referencia (gracias a la observación de Joaquinrafae), que en la primera redacción no tenía, de una placa que instaló el Ayuntamiento de Córdoba en el año de su 150 aniversario 1996, delante de lo que fue su puerta principal, .

Fotografías AMC, Google y red
Bibliografía Paseos por Cordoba